“Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido”. (Salmos 63:7-9 (RVR1960)
¿Cuántos de nosotros en algún momento dado, nos hemos encontrados en un desierto sedientos, solos y afligidos? ¿Cuantos de nosotros en algún momento dado nos hemos encontrados en un desierto acompañados del Señor?
El salmista David a pesar de sus tribulaciones en su desierto, no sintió soledad, ni sed porque su alma estaba apegada a Dios. Cuando estamos apegados a Dios, no hay desierto que produzca soledad o sed a nuestro existir, porque Jehová es y será la Fuente de agua viva que saciará nuestra sed y nos confortará en medio de nuestro desierto.
Puedas que te sientas abandonado, triste y sediento en medio de tu desierto y has llegado a pensar que te sientes solo. Tal vez has depositado tu clamor a las personas equivocadas y en vez de ayudarte, la situación ha empeorado. La Palabra de Dios nos dice en Jeremías 33:3 “Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. Ten cuidado a quien deposita tu confianza, clama a Dios, y deposita tu confianza a Él. Dios es tu socorro y fortaleza en tiempo de necesidad. El Todopoderoso es tu consejero, Él te guiará y te sostendrá con Su Diestra de Justicia. Él es tu refugio en tiempo de tribulación.
Al comienzo de esta corta reflexión, el Salmo nos dice que David se hallaba en un desierto.
¿Qué es un desierto?
El desierto en la Biblia representa lugares solos, secos, inseguros, y oscuros. (Deuteronomio. 32:10. (Os. 13:5) (Jeremías 2:6,31) (Lm. 5:9). Un desierto es un lugar árido, es un lugar solitario y silencioso. Así como la naturaleza refleja sus necesidades, de igual manera el ser humano experimenta en lo espiritual una sedienta necesidad. Tal vez en tu desierto te ha sentido sediento y nada sacia tu sed. Tal vez te encuentras buscando algo que sacie tu sed, y no lo encuentras. Hoy el Señor, la FUENTE DE AGUA VIVA viene a calmar tu sed.
David en medio de su desierto apegó su alma al Señor y nunca tuvo sed. Aun en sus circunstancias y problemas de la vida, no había desierto alguno dentro de él, porque tenía siempre una viva sed por el Dios vivo; Jehová de los Ejércitos es Su Nombre. David pasó por muchas tribulaciones y en todas ellas, depositó su confianza en Dios porque su alma estaba apegada a Él.
Oremos:
Padre Eterno, Dios Fuerte, Creador del cielo y de la tierra. Hoy me presento ante Ti para darte la gloria y la honra. Señor, me humillo ante Tu Presencia para pedirte perdón, perdóname Señor. Ayúdame a vivir agradable a Ti. Guarda mi corazón y guarda mi lengua de proferir palabras que puedan opacar mi caminar en Ti.
Padre aun en mi desierto, vivo confiado que Tú estás conmigo. Tú eres mi socorro y mi alto Refugio. Hoy apego mi alma a Ti oh Dios, porque sé que siempre estará conmigo. Padre en medio de mi desierto mi alma está y estará apegada a ti. Enmedio de mi desierto: “¿Alzaré mis ojos a los montes, ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor quien hizo los cielos y la tierra. Salmo 121:1,2
Mi alma siempre estará apegada a Ti Señor. Amén.
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