El libro de Habacuc es una enseñanza que va dirigida a todos nosotros. Todos hemos pasados por momentos difíciles en la vida a tal manera que hay veces que no le encontramos la salida. Peor es cuando vemos a los que hacen maldad como si estuvieran ganando. El profeta Habacuc le tocó vivir unos de los más críticos período en la historia de Judá. Las guerras con Babilonia, Asiria y Egipto, la caída de Nínive y Jerusalén, el abuso contra los pobres y el colapso del sistema legal. En medio de sus circunstancias y lo que estaba pasando su pueblo, el profeta Habacuc llegó a experimentar dudas, pero su confianza en Dios y vida espiritual, fueron más fuerte. Habacuc caminó de la duda a la fe y eso lo podemos notar al principio del su libro en el capitulo uno y dos. Las dudas empiezan cuando en medio del problema notamos que no vemos la Mano de Dios. Empezamos a creer que Dios se ha olvidado de nosotros y lo peor es cuando vemos que las gentes malas toman el poder. La ley era ineficaz, odio y violencia. Ante este escenario, Dios esta trabajando en la vida del profeta Habacuc y su pueblo. El nombre de Habacuc significa “Ceñir” Salmos 18:32 el salmista David nos dice que, “Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino”.

Aun en circunstancias difíciles Dios siempre está ciñéndonos, obrando a nuestro favor aun cuando no entendamos lo que está pasando a nuestro alrededor. No desmayar y llenarnos de fe es la fortaleza que tenemos cuando confiamos que tenemos un Padre que pelea nuestras batallas, Él responderá nuestras preguntas a Su Divino Tiempo. El apóstol Pablo escribió en su epístola a los Filipenses 1: 6 “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. En medio de las tormentas, Dios nunca nos abandonará, Él nos ciñe y nos brinda consuelo y fortaleza para continuar la Carrera de la fe.

Si es este el panorama que tu estás viviendo, te exhorto a que te agarre de Dios, en Su Mano nada se cae. Tal vez con la circunstancia te ha sentido muy pequeño pero Dios te dice en esta hora: Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar.

“Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia. Dios vendrá de Temán, y el Santo desde el monte de Parán. Selah Su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza. Y el resplandor fue como la luz; rayos brillantes salían de su mano, y allí estaba escondido su poder. Delante de su rostro iba mortandad, y a sus pies salían carbones encendidos. Se levantó, y midió la tierra; miró, e hizo temblar las gentes; los montes antiguos fueron desmenuzados, los collados antiguos se humillaron. Sus caminos son eternos. He visto las tiendas de Cusán en aflicción; las tiendas de la tierra de Madián temblaron. ¿Te airaste, oh Jehová, contra los ríos? ¿Contra los ríos te airaste? ¿Fue tu ira contra el mar cuando montaste en tus caballos, y en tus carros de victoria? Se descubrió enteramente tu arco; los juramentos a las tribus fueron palabra segura. Selah Hendiste la tierra con ríos. Te vieron y tuvieron temor los montes; pasó la inundación de las aguas; el abismo dio su voz, a lo alto alzó sus manos. El sol y la luna se pararon en su lugar; a la luz de tus saetas anduvieron, y al resplandor de tu fulgente lanza. Con ira hollaste la tierra, con furor trillaste las naciones. Saliste para socorrer a tu pueblo, para socorrer a tu ungido. Traspasaste la cabeza de la casa del impío, descubriendo el cimiento hasta la roca. Selah Horadaste con sus propios dardos las cabezas de sus guerreros, que como tempestad acometieron para dispersarme, cuyo regocijo era como para devorar al pobre encubiertamente. Caminaste en el mar con tus caballos, sobre la mole de las grandes aguas. Oí, y se conmovieron mis entrañas; a la voz temblaron mis labios; pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí; si bien estaré quieto en el día de la angustia, cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas. Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”.
Habacuc 3 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Palabra de Dios
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