Si el Señor es mi Fortaleza y mi Roca, ¿Por qué habré de temer? Si el Señor es mi Luz y mi Salvación, ¿Por qué habré de atemorizarme? Él es mi alto Refugio la Roca donde puedo refugiarme. Su Palabra me testifica que Dios es mi Fortaleza, mi Roca y mi Salvación, “porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. ¡¡¡Aleluya!!!
El SEÑOR es mi fortaleza, mi roca y mi salvación; mi Dios es la roca en la que me refugio. Él es mi escudo, el poder que me salva. Basta que clame a Él para ser librado de todos mis enemigos: ¡Alabado sea el SEÑOR!
En mi angustia clamé al SEÑOR pidiendo ayuda. Y Él me escuchó desde Su templo; mi clamor llegó a Sus oídos. Entonces la tierra tembló y se estremeció, y los cimientos de las montañas se sacudieron y temblaron. Desde lo alto extendió Su mano, me tomó y me sacó del mar profundo. Me rescató de las aguas profundas. Me liberó de mi recio enemigo, de los que me odiaban; a mí, que estaba indefenso en manos de ellos. El día de mi mayor debilidad, me atacaron; pero el SEÑOR me sostuvo. Me llevó a un sitio seguro, porque en mí se deleita.
El SEÑOR me recompensó porque hice lo recto y fui puro, porque yo he cumplido Sus mandatos y no he pecado dejando de seguirlo. Mantuve celosamente todas Sus leyes; no rechacé ni una sola. Hice cuanto pude por guardarlas todas, y me abstuve de hacer el mal. El SEÑOR me ha recompensado con Sus bendiciones conforme a la limpieza de mis manos. SEÑOR, ¡qué Fiel eres con los fieles! ¡Que intachable eres con los intachables! Con los puros eres puro, pero hostil con el malvado.