“Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces Él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:7 Reina-Valera 1960). El Señor nuestro Dios se preocupa por las almas perdidas, aquellas que no han tenido la oportunidad de La Verdad acerca de Él, aquellas que no han aceptado al Señor como Su Salvador espiritual de su vida. Dios está interesado en todos Sus hijos, pero hay un cuidado especial para aquellos que necesitan de Él, aquellos débiles y enfermos del alma que por alguna forma u otra se han salido del redil y no conocen acerca de la Luz de Cristo.
“Al oír esto, Jesús les dijo: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17). Déjame decirte una gran verdad, el domingo en el servicio, cuando todos estábamos unánime en oración, el Señor por medio de Su Santo Espíritu me decía: “Aunque vea guerras, violencias, plagas, y oscuridad por doquier, todavía hay un remanente que Me busca, ellos son la Luz que alumbra en medio de las tinieblas.” Todavía hay almas que tienen sed y hambre de Dios y desean que alguien venga a ministrarle acerca de La Verdad. En verdad, que Dios es maravilloso, luego vi un desfile de jóvenes entrando para ser bautizados. Mis ojos se llenaban de lágrimas cuando los jóvenes daban sus testimonios de cómo el Señor los había rescatado y salvados. El Señor está haciendo grandes cosas con nuestros jóvenes, aun con los que vemos rebeldes en la familia, aun con los que andan perdidos, Dios los está alcanzando para que sean instrumentos para conquistar el Reino de Dios. Hoy te invito a que continúe orando e intercediendo por los jóvenes, que sus pasos sean ordenados por Dios y que sus pasos nunca corran hacia el mal. Que nuestros jóvenes sepan escoger lo bueno y desechar lo malo. No es tiempo de murmurar sus acciones, nosotros pasamos también por muchas situaciones en el pasado como ellos o quizás peor. Es tiempo de buscarlo y hablarle de Jesús y del Plan de Salvación. Amados hermanos, el Señor nuestro Dios está haciendo grandes cosas, Él sigue buscando a Sus ovejas.
Voy a compartir este corto testimonio de salvación. La semana pasada hablando con mi hermana acerca de lo grande que es Dios, le compartía algunos testimonio de Su grandeza, cuando de repente llegó su hija de quince años llorando y con súplicas le dijo a su Mamá: “Mami yo quiero ser salva”. Yo la pude escuchar por el teléfono cuando ella lo dijo, sentía en ella una determinación firme, le dije a mi hermana que me la pasara para orar por ella y me dijo: Tía, yo necesito que el Señor entre a mi vida, ya estoy decidida. Le leí el Plan de salvación, y mientras ella repetía las Palabras, ella lloraba de gozo y fue bautizada por el Espíritu Santo. Ese día, había una gran fiesta en los cielos porque un alma acepto al Señor como Su Salvador espiritual de su alma. Hoy en el culto, el Señor continuaba diciéndome: No todo está perdido, todavía hay almas con sed y hambre de Mi”. Si eres pecador, si en tu vida hay pecados, tengo una buena noticia para ti: Jesús te está llamando.
Jesús dijo: “no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”
Todavía los brazos de Jesús están extendidos hacia ti, no tardes más para abrazarlo. Con tan solo repetir esta oración de todo corazón, marcará la diferencia en tu vida. El Señor es el Único que te puede salvar y darte una vida nueva. Si te decidiste; favor repite conmigo.
Señor Jesucristo, vengo a Ti así como soy, un pecador (o). Perdóname por todos mis pecados, límpiame de toda maldad, renuncio a Satanás, y a todas sus mentiras. Reconozco que eres el Hijo de Dios, y que moriste por mí. Señor me entrego a Ti por completo, entra a mi corazón, te acepto como mi Señor y Salvador espiritual. Hazme la persona que Tú quieres que yo sea, sana mi cuerpo, alma y espíritu, cúbreme con Tu preciosa Sangre. Escribe mi nombre en el Libro de Vida, lléname con tu Espíritu Santo. Gracias Señor por salvarme, gracias por hacerme una criatura nueva en Ti, en el nombre de Jesucristo, Amén.
Hay una majestuosa fiesta en los cielos cuando un pecador se arrepiente y acepta a Jesús en su corazón como su Salvador.
Escrito el 26 de Octubre del año 2014
Por B. Flores
Escrito para www.ministeriosdanidad.org