“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona alcanzará misericordia.
Es importante ir a la presencia del Señor en humillación y con un corazón arrepentido porque los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:17). Si tú confiesa y abandona tu pecado, será libre, las cadenas se rompen, y tendrás misericordia en el nombre de Jesús.
En nuestro caminar, nos vamos a ver en situaciones y circunstancia que es necesario dar nuestros testimonio sean buenos o malos para la edificación de aquellas personas que han pasado por lo mismo que tú y que les servirán de ánimo, exhortación y bendición. Recuerda también que eso no sucede así todo el tiempo, hay cosas que no es para que todas las gentes las oigan. Hay informaciones muy sensitivas que solo Dios debe saber al menos que Él a su debido tiempo permitas que las testifiquemos para edificación de los demás y para exaltar Su Nombre.
La confesión de pecado nos sana. Hay personas que creen que están enfermas, van a los médicos, los revisan una y otra vez, pero no encuentran nada, sin embargo están enfermas por causa de sus pecados.
Cuando van a la iglesia se arrepienten de sus pecados, reciben al Señor Jesucristo como el Salvador de sus vidas e inmediatamente hay un cambio porque a la presencia del Señor hay sanidad y liberación. La confesión de pecado liberta, restaura, salva y sana en el nombre de Jesús.
El Señor nunca despreciará a un corazón arrepentido, es necesario hablar con Él en espíritu y en verdad, pues Él murió por amor a ti. “Mas Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre Él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).
El Señor Jesucristo murió por nuestros pecados por tanto es necesario ser agradecido por todo lo que Él hiso por nosotros. Una de de las pruebas de agradecimiento es andar como a Dios le agrada, poniendo nuestras miradas en Jesús para no pecar. La encomienda no es tan difícil, pero no la podemos hacer solos, ni tampoco con nuestras propias fuerzas.
Clamemos las fuerzas del Señor cada día para así poder escalar peldaños para el gran día de Su Venida. “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
Puesto los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe, el cual por gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1-2). El Señor Jesucristo nos exhorta a correr la Carrera de la fe libre de pecados, el pecado es un peso que enferma, esclaviza, estanca, e impide que lleguemos a la Meta. En cambio cuando confiesa tus pecados, tu manera de actuar y pensar es diferente, se esfuman todas tus dolencias, y tu caminar por la vida es más liviano, porque Jesús va contigo.
Si todavía no has confesado a Jesús como tu Salvador espiritual, hoy es tu oportunidad. Te invito a que lo acepte hoy. Repite conmigo esta oración que cambiará tu vida.
Señor Jesucristo, vengo a Ti así como soy, un pecador, me arrepiento, perdona mis pecados, límpiame de toda maldad, yo perdono a todos los que me han hecho daño, renuncio a Satanás, y ha todas sus mentiras.
Reconozco que eres el Hijo de Dios. Señor me entrego a Ti por completo, entra a mi corazón, te acepto como mi Señor y Salvador. Hazme la persona que Tú quieres que yo sea, sana mi cuerpo, alma y espíritu, cúbreme con tu preciosa sangre, escribe mi nombre en el Libro de Vida, y lléname con tu Espíritu Santo. Gracias Señor por salvarme, en el nombre de Jesucristo Amén.
Si decidiste correr la carrera de la fe hoy, bienvenido/a a la familia de Dios. Ahora, como una forma de crecer más cerca de Él. Comparte tu experiencia con otras personas de tu nueva fe en Cristo. Bautízate como lo ordenó Cristo. Pasa tiempo con Dios cada día, simplemente desarrolla el hábito diario de orar y leer su Palabra.
Pídele a Dios que incremente tu fe y te de comprensión de Su palabra; aplícala en tu diario vivir. Encuentra una iglesia local en la que puedas adorar a Dios.
“El que encubre sus pecados, no prosperará: Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13).
Bendiciones
Escrito el 14 de Marzo de 2012
Escrito para www.ministeriosdesanidad.org