Jeremías 33:3
“Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3).
En momentos difíciles de nuestras vidas lloramos y vamos a contarle nuestras cosas tal vez a la persona menos indicada, y lo que es peor, pensamos que esas personas nos van a ayudar y resulta que empeoran la situación. Es precisamente en esos momentos de dolor donde tratamos de buscar a alguien para desahogarnos sin pensar que hay Alguien que nos quiere ayudar: Jehová de los Ejércitos.
Jeremías fue un profeta que se puede decir que vivió más tiempo en la cárcel que en ningún otro lugar, y en uno de sus encierre en la cárcel, Dios habló con él. Jeremías fue elegido por Dios para ser profeta de las naciones y para predicar la Palabra de Dios y del arrepentimiento. El llamado de Jeremías fue claro y transparente, él no andaba llevando Palabras de Dios para complacer el oído a las gentes, su llamado profético era acerca del arrepentimiento de los pecados y las consecuencias de la desobediencia. El profeta Jeremías se encontraba preso en la cárcel, el Rey Sedequías se enojó porque el profeta había profetizado que el rey Sedequías iba ser entregado en mano del rey de Babilonia y no escaparía de las manos de los caldeos. Por esa razón, Jeremías estaba en la cárcel. Dios le dijo: “Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3). Y yo me pregunto: ¿Por qué Dios le dijo a Jeremías que clamara a Él? Primeramente, porque Dios es misericordioso. Segundo, porque Dios lo sabe todo y tercero, porque Dios ama la obediencia de Sus hijos.
Oremos:
Padre de amor y misericordia, Jehová de los Ejércitos, Su Hijo amado Jesucristo y Su Santo Espíritu,
En este día vengo a derramar ante Ti todas mis preocupaciones y te la deposito en Tus Manos. Ayúdame a tener una verdadera relación Contigo y así contarte todo acerca de mi vida. Padre necesito cada día de Ti, límpiame, restaura mi alma; y sana mis heridas. Que mis heridas del pasado no sean un estorbo para llegar ante tu presencia Señor. En el Nombre de Jesús te entrego mi dolor y mis preocupaciones. Perdóname por no haber entendido la profundidad de tu Divina Palabra. Tu Palabra es la medicina de mi alma; gracias por sanarme. Gracias porque tengo un Padre que tiene oídos para escucharme, tiene ojos para verme, tiene boca para hablarme y tiene un brazo de poder para librarme de caídas. Te amo mi Señor. En este día puedo decir con libertad: Jesús de Nazaret, clamo a ti y guardo silencio para escucharte. Gracias por responderme y enseñarme las cosas ocultas que no conocía. Cuan grande es tu amor Señor. Te bendigo Espíritu Santo de Dios y te doy mil gracias. Amén.
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