“El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad” (Proverbios 15:33).
Una de las cualidades más significativas que puede poseer un ser humano es el de la humildad. La humildad le agrada a Dios, Él conoce a los humildes, los lleva por camino rectos y los exalta en Su tiempo.
El significado de la palabra humildad se relaciona con la obediencia, rendición y bajeza que es lo opuesto a la altivez y el orgullo. Una persona humilde no es materialista, no se centraliza en su propia opinión ni busca promocionarse así misma. Su humildad trasciende a reconocer a otros en vez de ellos mismos.
No tenemos que usar lentes especiales para ver a una persona humilde, a decir verdad, esta se distingue por su modo sencillo de hablar, pensar, y comportarse ante los demás.
No es así con los vanagloriosos, una persona vanagloria y orgullosa carece de humildad. El orgulloso y altanero se llena la boca promocionándose a sí mismo y aprovecha la ocasión de jactarse hablando de sus logros o los logros de un familiar. Es arrogante y piensa que es mejor que las demás personas y nunca quiere dar su brazo a torcer por más equivocado que éste se encuentre.
Nunca afirma una equivocación ni acepta las opiniones de los demás. En su diccionario no existe el perdón ni el temor porque no tiene a Dios en su corazón. “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5).
La gracia de Dios acompaña a los humilde. Al humilde Dios lo ayuda porque reconoce cuándo se equivocó, se humilla antes Dios y pide disculpa a los demás.
La Palabra de Dios nos habla acerca de las consecuencias que corren las personas orgullosas y altaneras como también, las bendiciones que recibimos cuando escogemos ser humildes:
“Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás” (Salmos 51:17).
Señor, en este día dame la sabiduría para desechar lo malo y escoger lo bueno.
Padre Eterno, tu Palabra dice en Proverbios 4:23-25 “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Hoy guardo mi corazón y mi boca para no pecar contra Ti Oh Dios. Que mis ojos miren lo recto, y mi corazón se dirija siempre en el camino de la humildad. Amén.
El anhelo de Dios es que nadie perezca y pueda vivir una vida sabia y humilde. Todavía hay oportunidad para que el vanaglorioso cambie su corazón. Tal vez tu corazón se tornó amargo debido a tu pasado, pero hoy Jesús viene a liberarte y cambiarte para que puedas caminar con paz y andar en humildad. ¿Estás dispuesto a abrir tu corazón a Dios en este día?
La Palabra de Dios dice que “Dios atiende al Humilde; mas al altivo mira de lejos” (Salmos 138:6).
Yo no sé tú, pero yo prefiero que Dios me vea de cerca y no de lejos Y tú… ¿Qué prefieres?