¿Qué está saliendo de mi boca? Dios no puede ser burlado.
Cuando leemos la palabra de Dios nos encontramos con lecturas acerca de la lengua, o mejor dicho lo que sale de nuestras bocas por tanto el Señor es bien firme en ese tema y nos exhorta a evitar palabras negativas o agraviantes y nos dice a todos: Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:29).
Hay que domar la lengua.
“Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad. Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo. Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal. Fíjense también en los barcos.
A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida.
El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal. Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce” (Santiago 3:1-13).
La palabra de Dios está llena de enseñanzas acerca de la lengua y de cómo debemos comportarnos con nuestro hablar, voy a mencionar algunas citas: (Proverbios 12-18), ¨Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; Mas la lengua de los sabios es medicina. Las calumnias lastiman y son como una espada afilada, con un mal propósito y la causa es que quedan cortados los lazos de amor, unión y de amistad entre amigos y familiares.
La lengua ponzoñosa busca destruir hacer daño y los que eran íntimos amigos ahora son enemigos y destruye a la familia. En cambio hay palabras que curan, son una medicina para el enfermo y sanan las heridas. Este espíritu de demonio nadie lo puede domar, sino Dios. “Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.” (Santiago 3:7-8).
Hermanos debemos de tener mucho cuidado en cómo decimos las cosas o mejor dicho, pensar y ser dirigidos por el Espíritu Santo antes de hablar puesto que con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a las personas que han sido creadas a imagen y semejanza de Dios. De manera que con la misma boca bendecimos y maldecimos. Eso, hermanos míos, no debería ser así. ¿Acaso puede dar un manantial agua dulce y agua amarga al mismo tiempo? Dejemos ser usados y dirigidos por Dios y usar la lengua para bendecir y decir buenas palabras pues son vitaminas para nuestro cuerpo y somos de bendición con nuestras palabras de aliento. “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).
Padre celestial, gracias por enseñarnos a caminar como a Ti te agrada. Gracias por dirigirnos aun en las palabras que hablamos, ayúdame a no pecar con mis palabras o ser de tropiezo con mis palabras. Enséñame a cuando hablo y hazme saber si ofendí con mis palabras a mi hermano. También sé que toda ofensa produce una reacción, es ahí donde necesito de tu ayuda Señor para perdonar a quienes me han ofendido. Ayúdanos a soportarnos porque el amor cubre multitudes de pecados. Declaro en el nombre poderoso de nuestro Señor Jesucristo romper con toda maldición declarada por la lengua, no recibo ninguna condenación o pensamientos de maldad a mi vida ni a mi familia. Enséñanos a buscarte cada día y tener nuestras mentes fijada en ti oh Señor. Busca a nuestro Señor Jesucristo en tu corazón, rechaza el pecado y ora sin cesar para que la lengua ponzoñosa no te alcance.
Escrito el 14 de Julio 2014