“David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si le levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba” (Samuel 17:34).
El enemigo se busca un gran problema cuando se mete con un hijo de Dios, él se cree que estamos desprotegidos cuando en realidad hay ángeles que cubren nuestras entradas y nuestras salidas. El Señor Jesucristo intercede a nuestro favor todo el tiempo, Su protección es la que nos cubre del mal.
La palabra de Dios nos dice que sólo Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, y Él ruega al Padre Celestial por todos nosotros, pues Él entregó su vida por los pecadores. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Timoteo 2:5-6) (Reina-Valera 1960).
David era el más pequeño de su familia, un pastor de ovejas y todos lo conocían como un simple joven al cuidado de las ovejas de su padre, pero lo que muchos no sabían era que él era un hombre de Dios.
David iba y volvía de donde estaba Saúl, para llevarles ropas y comidas a sus hermanos mayores que se preparaban para enfrentarse al gigante en el campamento de batalla del rey Saúl. El trabajo que le dieron a David era el de ir al campamento para luego regresar y apacentar las ovejas de su padre en Belén.
Un día David decidió irse al otro lado de fe sin importar los comentarios del enemigo, él decidió hacerle frente al gigante, pero no con armas de hombres, sino con las armaduras de Dios. El Señor nunca lo dejó solo en el desierto, y en sus soledades, Dios siempre le dio fuerzas para continuar. En ese enfrentamiento, Goliat vio a David pequeño e insignificante.
El pastor pequeño e insignificante para muchos, tuvo el valor de hacerle frente al gigante y a los problemas de la vida porque confió en Dios y en Su poder.
Él le declaró la guerra a su enemigo en el nombre de Jehová de los Ejércitos diciéndole: –Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre de Jehová de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado.
Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza y daré hoy los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a los animales del campo. ¡Y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel! Muchas veces nos encontramos en situaciones donde nos critican, nos envidian, nos desean mal y nos ven insignificante y pequeños, cuando en realidad somos hijos del Gran Rey, somos cabeza y no cola.
El enemigo siempre quiso hacerle la guerra a David en muchas área de su vida, mas a todas les ayudó Jehová. Si te encuentras en esa situación donde te ven rara (o) y pequeña (o), donde a veces no encuentras la salida para escapar, aférrate en las promesas que Dios te da hoy en creer solo en Él.
Cuando el faraón dejo ir a los israelitas, los mandó por un lugar sin salida, con la intención de matarlos a todos, mas Dios abrió camino donde no había camino. Dios abrió el mar y todos pasaron en seco.
Hoy el Señor te quiere llevar hacia el otro lado del mar para brindarte la tierra prometida, para concederte tus sueños, para llenarte de Sus fuerzas, y para que sepas que solo en Él hay poder.
David peleó con el león, con el oso y el gigante porque Dios lo llenó de Sus fuerzas. Jehová pelea por ti, Él defiende tus pleitos. Así como a David, Él te llenará de fuerzas para continuar en victoria. No te sorprenda si el enemigo te hace la guerra en tu trabajo mandándote diablitos para quitarte el gozo, e ahí donde debes pararte firme en ayuna y oración.
Cuando ores, bendice a tus enemigos, ora por ellos, procediendo así, les tapará la boca. Te aseguro que vencerás en el nombre de Jesús. No te rindas cuando te sientas rechazada (o) y veas que las puertas se cierran para ti.
Pablo y Silas sufrieron muchas persecuciones cuando lo encarcelaron y en vez de maldecir a sus enemigos, se pusieron a entonar alabanzas a Dios. Alaba al Señor aunque no tengas fuerzas pues el hacerlo verás las cadenas cayéndose y las puertas abriéndose.
Prosigue hacia la Meta, pues Tú no eres de los que retroceden; Tampoco eres de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Apártate del mal, no sigas sus caminos. David siempre buscó a Dios en sus aflicciones, él se humilló ante Dios.
El Señor Jesucristo sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:17). Dios no olvidó a David porque en lo poquito él le fue fiel.
Dios les tapó la boca a todo aquel que vio a David insignificante, pruebas tenemos que de un simple pastor de ovejas, le abrió puertas y favor en Israel dándole la posición de rey. Con Jesucristo somos más que vencedores.
Dios te continúe bendiciendo y llenándote de Su fuerzas, Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio, por lo cual te aconsejo que avives el don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.
Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, Pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo 1:1-13).
Dios tiene propósitos contigo, Él tapará la boca de los leones, aquellos que se levantan contra ti. Mantente firme con tu cabeza en alto porque eres altamente apreciada (o) por Dios.
Si no les ha dado tu vida al Señor como el Salvador espiritual de tu vida, te invito a que busque de Jesús; en Él encontrarás tu sanidad. Padre celestial, reconozco que soy pecador(a).
Me arrepiento de mis pecados. Creo que Jesucristo murió por mis pecados, que resucitó al tercer día y vive para siempre. Creo que Jesús es el Hijo de Dios. Abro la puerta de mi corazón y de mi vida, y lo recibo como mi Salvador.
Deseo que Él sea el Señor de mi vida. Gracias por salvarme y sanarme, en el nombre de Jesús, amén.
Si decidiste convertirte en un cristiano en el día de hoy, bienvenido a la familia de Dios. Ahora, como una forma de crecer más en Su Palabra.
Comparte tu experiencia con otras personas de tu nueva fe en Cristo. Bautízate como lo ordenó Cristo.
Pasa tiempo con Dios cada día, simplemente desarrolla el hábito diario de orar y leer su Palabra.
Pídele a Dios que incremente tu fe y te de comprensión de su palabra; aplícala en tu diario vivir. Encuentra una iglesia local en la que puedas adorar a Dios.
Bendiciones.