El Plan De Dios En Las Dificultade
La Protección Divina y el Ejemplo de Job
En Su plan perfecto, Dios nunca permitirá que el enemigo destruya nuestras vidas. Quiero que entiendas algo muy importante: Satanás, por sí solo, no puede hacerte daño porque no tiene ni el poder ni la autoridad para hacerlo. Somos hijos del Gran Rey de reyes y Señor de señores, y debido a esto, Satanás tiene que presentarse ante Dios para pedirle permiso si quiere tocar nuestras vidas. Así ocurrió en el caso de Job, un hombre perfecto, justo y temeroso de Dios. Dios permitió que Job perdiera todo lo que tenía porque conocía la fe de Su siervo y sabía que no lo defraudaría. Job es un patriarca que se ha convertido en un símbolo de paciencia, pero nunca perdió la fe.
La Escritura nos dice en Job 1:8-12: “Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.”
Este pasaje nos muestra claramente que Dios tiene el poder absoluto para limitar las acciones de Satanás. Job, a pesar de perderlo todo—sus campos, animales, casas, hijos y todos sus bienes—se mantuvo fiel. En medio de tantas tribulaciones, sufrió los reproches de su esposa y los molestos consuelos de sus amigos, pero en todo momento permaneció paciente, confiando plenamente en Dios. En su dolor, Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, y dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. El Señor dio, y el Señor quitó; bendito sea el Nombre del Señor.” En todo esto, Job no pecó ni culpó a Dios (Job 1:20-22).
Cada situación difícil que enfrentamos en la vida es una prueba de Dios para ver a quién recurrimos en esos momentos críticos y hasta dónde llega nuestra fe. Dios conoce el calibre de cada uno de nosotros y sabe cuánto podemos soportar en momentos de aflicción.
Dios sabía cuánto podía soportar Job, y por eso permitió que pasara por una prueba tan grande, al final de la cual, Job recibió una doble porción de bendición. Tal vez para otros, esta prueba hubiera sido demasiado difícil, pero Dios nunca pone sobre nosotros cargas que no podamos llevar. “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito” (Romanos 8:28).
Tenemos muchos motivos para estar tranquilos, sabiendo que en nuestras dificultades contamos con un Dios que nos ama y que desea lo mejor para cada uno de nosotros. Él está en control de todas las cosas. Las respuestas a las dificultades que enfrentamos en la vida se encuentran en la Palabra de Dios. Job se refugió completamente en las promesas del Señor; incluso cuando parecía que la esperanza se desvanecía, su fe se fortalecía aún más.
La razón por la cual muchos de nosotros luchamos con las circunstancias y problemas de la vida es porque tenemos una fe limitada. Muchos de los hijos de Dios caminan con miedo y con una fe débil, olvidando que Dios nunca cambia; Él es el mismo ayer, hoy y siempre. Todos los hijos de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, lucharon y sufrieron muchas persecuciones. Sin embargo, Dios nunca los desamparó ni los dejó huérfanos; todos ellos llegaron a la meta final y fueron coronados por Dios.
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