Por V. F
La confianza que tenemos en el Señor nos da la capacidad para caminar en paz aun cuando el enemigo nos hace la guerra. No tengo por qué temer, pues mi Padre pelea por mí, Él defiende mis pleitos, Jehová de los Ejércitos pelea por mí.
Jehová es mi pronto auxilio en la tribulación y quien levanta mi cabeza. Por eso no tengo por qué atemorizarme, pues el León de Judá me cubre con Su Manto de protección.
El enemigo siempre va a querer hacerle la guerra a los hijos de Dios mandando diablitos y obstáculos para degradarte y hablar mal de ti. No les haga caso solo ora por tus enemigos, bendícelos y del resto, Dios se encargará. La guerra no es tuya, sino de Dios, Él defiende tus pleitos, Él pelea por ti. Yo sé que mi Redentor vive y está en mi corazón.
“Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová” (Isaías 54:17).
El Salmista David también pasó por situaciones donde personas muy cerca de él a quienes él creía que eran amigos, le dieron la espalda y hablaron mal de él. En sus momentos íntimos con el Señor clamó a Dios buscando Su protección escribiendo este salmo:
“Escucha, oh Dios, mi oración, y no te escondas de mi súplica. Está atento, y respóndeme; clamo en mi oración, y me conmuevo, a causa de la voz del enemigo, por la opresión del impío; porque sobre mí echaron iniquidad, y con furor me persiguen.
Mi corazón está dolorido dentro de mí, y terrores de muerte sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto. Y dije: !!Quién me diese alas como de paloma! volaría yo, y descansaría. Ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto. Selah
Me apresuraría a escapar del viento borrascoso, de la tempestad. Destrúyelos, oh Señor; confunde la lengua de ellos; porque he visto violencia y rencilla en la ciudad.
Día y noche la rodean sobre sus muros, e iniquidad y trabajo hay en medio de ella. Maldad hay en medio de ella, y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas. Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios. Que la muerte les sorprenda; desciendan vivos al Seol, porque hay maldades en sus moradas, en medio de ellos.
En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz. El redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, aunque contra mí haya muchos. Dios oirá, y los quebrantará luego, el que permanece desde la antigüedad;
Por cuanto no cambian, ni temen a Dios. Selah
Extendió el inicuo sus manos contra los que estaban en paz con él; violó su pacto. Los dichos de su boca son más blandos que mantequilla, pero guerra hay en su corazón; suaviza sus palabras más que el aceite, mas ellas son espadas desnudas. Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. Mas tú, oh Dios, harás descender aquéllos al pozo de perdición. Los hombres sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus días; pero yo en ti confiaré” (Salmos 55:1-23).
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:7-9).
Escrito: El 29 de Enero del año 2013
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