“También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse” (Lucas 15:11-24).
La parábola del hijo pródigo es muy conocida por todos y cómo esta tiene que ver con el amor de Dios hacia nosotros. En la parábola, Dios hace un hincapié en la salvación de los hombres. “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Esta parábola tiene el significado del amor de Dios hacia cada uno de nosotros sin hacer acepción de personas. Dios no quiere que nadie perezca; y Su mayor interés es que todos lleguemos al arrepentimiento. “El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, Él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9, NVI).
Si Dios nos ama tanto, ¿Qué tan grande es nuestro amor hacia Él? ¿Estamos viviendo una vida dependiendo de Dios o dependiendo de nosotros mismo? El hijo prodigo decidió hacer su vida a su propia cuenta y sin la ayuda del padre. ¿Cómo se habría sentido el padre? Muy triste. Cuántas veces les has dicho a Dios: “Ya no te necesito, yo puedo solo”, “yo quiero dirigir mi propio camino a mí manera”. Y ¿Cómo cree usted que se siente Dios? Muy triste. El hijo prodigo pensó que el camino que había escogido era el correcto. Proverbios 14:12 nos dice que: “Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte”.
Existen muchas personas hoy en día que están lamentándose y sufriendo por malas decisiones que un día tomaron. Desde el mismo instante que el hijo tomó su decisión y se reveló en rebeldía contra su padre, empezó su martirio. Dice la Palabra de Dios que, el hijo gastó todo el dinero con amigos y mujeres; y cuando ya había malgastado la herencia que le exigió a su padre, los supuestos amigos y mujeres le dieron la espalda. La parábola nos dice que él llegó a trabajar cuidando cerdos. El joven tuvo muchos sinsabores lejos de su casa y de su padre, pasó hambre, necesidad y tal vez, nunca trabajó. Vemos que el hijo prodigo para subsistir no tuvo más remedio que trabajar cuidando cerdos, me llama la atención; que la Palabra de Dios no menciona a otro animal específico, sino el cerdo. El cerdo simboliza lodo, la decisión del hijo fue tan caótica que su estado mental, físico y espiritual había llegado a una decadencia muy fangoza. Dice la Biblia que el hijo prodigo “deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba” (Lucas 15:16).
Dios nos brinda mucha enseñanza a través de esta parábola aun cuando tomamos una mala decisión. Existen decisiones que nos pueden encaminar a graves consecuencias como las que experimentó el joven de la parábola. En cada mala decisión que tomamos, satanás se alegra porque es una puerta para él poder entrar. El adversario entró en ese hogar para quitar la paz, romper el vínculo familiar; y empobrecer en la finanza. Satanás ha venido para hurtar, matar y destruir; en cambio, Cristo vino para salvar, unir, restaurar y dar vida, y vida en abundancia.
Dios nos insta a depositar todo en Su mano y no en nuestras propias decisiones o nuestro propio intelecto. Proverbios 16:3, nos dice: “Pon todo lo que hagas en manos del Señor, y tus planes tendrán éxito”. A pesar de la mala decisión del hijo, me puedo imaginar a ese padre orando por su hijo y por su pronto regreso a casa. La otra enseñanza que me impacta fue, cuando el joven volvió a su sentido, él tuvo la convicción que le había fallado a su padre y decidió volver a su casa en busca del perdón. “Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (Lucas 15:11-24). Nótese que todo esto lo estaba recitando el hijo antes de presentarse ante la presencia de su padre.
El hijo ensayó de corazón lo que le iba a decir a su padre, el cual yo le llamaría: “Una recitación humilde y triunfante”. Le llamo humilde porque el hijo a pesar de su rebeldía recapacitó; y humildemente admitió que estuvo mal lo que le había hecho a su padre. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:17). Nuestro Padre Celestial nunca va a despreciar a un corazón humilde. Dice la Palabra de Dios que el hijo fue en busca de su padre “y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó” (Lucas 15:20). De la misma manera hace Dios con cada uno de nosotros porque nos ama. Usted tienes un Padre que te perdona y te ama; Él está esperando que regreses a casa. Tal vez en tu adolescencia no tuviste un padre que te abrace o que te ame; pero Dios te ha adoptado como Su hijo. Dios es misericordioso, Él está esperando que regrese a Su presencia. Así como el padre del hijo prodigo miraba de lejos para ver si su hijo regresaría, de igual modo, Dios está esperando por ti para salvarte, restaurarte, vestirte con vestidos nuevos; darte un anillo; y darte Su amor. Dios es amor y te ama con amor eterno; Su anhelo es que sea salvo y vuelvas a casa.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
Mensaje de Dios Escrito por: Bv. Flores www.ministeriosdesanidad.org
Autora del libro “Venciendo los Miedos por fe: Corre para ganar”, está disponible en Amazon Kindle Edition | https://amzn.to/3Mz5Ztw
Gracias por apoyarnos con el libro: Venciendo los Miedos por Fe: Corre para Ganar (Spanish Edition) Kindle Edition