“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Romanos 6:6
Es necesario que cada día recordemos el Precio que hizo nuestro Señor Jesucristo por cada uno de nosotros en la Cruz del Calvario. ¿Lo merecemos? No, pero Su misericordia y Su gran amor perdura por los siglos de los siglos. Recordemos también que Jesús, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Jesús dio Su vida para salvar la nuestra; Él fue nuestro sustituto, de manera que Jesús tomo nuestro lugar. Jesús recibió los latigazos y la muerte en la Cruz para morir por todos nosotros; castigo que merecíamos todos. Entonces, ¿Por qué somos tan olvidadizos? ¿Por qué en vez de ser agradecidos muchos escogen satisfacer la carne en fiestas paganas, playas y borracheras?
En este día y siempre, meditemos lo que Dios y Su Único Hijo hicieron por todos nosotros. Dios no solamente entregó a Su Único Hijo en la Cruz del Calvario para morir por todos nosotros, también Él continua cada día tocando las puertas de los corazones para arrepentimiento. El anhelo de Dios es que todos seamos libres del pecado. Debemos morir a la carne pecaminosa, en otras palabras, debemos dejar lo que impide llegar a la presencia de Dios y eso se llama crucificar todo lo que no le agrada a Dios; porque con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo. Gálatas 2:20-21
Somos crucificados y muertos al pecado, el pecado estanca la vida del creyente, el pecado brinda miseria, enfermedad y destrucción. Las personas que han muerto al pecado no deben desear vivir en él jamás. De modo que el creyente ha muerto a la vieja naturaleza pecaminosa y resucitado a una nueva vida en Cristo.
¿Cómo puedo vivir una nueva vida en Cristo? Dios nos enseña cómo podemos vivir una vida nueva, si la aplicamos a nuestras vidas diariamente, entonces estamos crucificando los deseos de la carne; y esto nos hace renacer de nuevo. Él nos dice lo siguiente:
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4: 22-32, RV60).
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