Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar. Habacuc 3:17-19
El profeta Habacuc vivió durante unos de los períodos más difícil y peligroso en la historia de Judá. El país había descendido de las alturas hasta las profundidades de los maltratos y abusos que sufrían sus habitantes. El maltrato y abusos de poder en contra de los más vulnerables y lo que era peor, la caída del sistema legal; en otras palabras, no había ley. En medio del caos, también la guerra amenazadora con Babilonia. Cuando leemos el libro de Habacuc Podemos percibir el desánimo del profeta debido a las circunstancias que le rodeaba. El escenario que Habacuc veía era muy deprimente de tal manera que parecía que su pueblo estaba en control de hombres malos y sin ningún temor de Dios. ¿Le suena familiar eso?
¿Ha vivido usted en un panorama donde solo ha escuchado o escucha palabras tales como robos, asaltos, abusos, violencias, pueblo sin ley, pleitos; y lo que es peor, ¿llamando a lo bueno malo y a lo malo bueno? Si usted se ha identificado con esta descripción, le puedo decir que en ese panorama también, estaba viviendo el profeta Habacuc. Lo que nos enseña el profeta Habacuc es que aun en medio del caos, el miedo y el desánimo, Dios guarda y preserva a sus hijos. La situación deprimente no asediaba ya la mente del profeta debido a que él había puesto su mirada en Dios y no en los problemas. Tenemos que poner nuestra confianza en Dios como el profeta Habacuc lo hizo.
En medio de sus problemas, el profeta se dio cuenta que Dios tenía un propósito en su vida, en otras palabras, Habacuc escogió creerle a Dios. Habacuc se desahoga hablando de su situación, pero se dio cuenta que, en vez de deprimirse, en vez de colgar los guantes, se dio cuenta que su confianza estaba puesta en Dios. En los momentos difíciles es cuando nos damos cuenta de que somos llamados con propósitos más altos. Habacuc descubrió que el Señor nuestro Dios es más que suficiente en medio de las adversidades y preserva y libra de caída a sus hijos.
La gracia de Dios es más que suficiente. Habacuc soltó sus vestiduras de miedos, tristezas y dolor y se vistió con las vestiduras de Dios y al hacerlo; recibió libertad diciendo lo siguiente:
Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar. Habacuc 3:17-19
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