Aunque mi padre y mi madre me abandonen, con todo, Jehová me recogerá.
¿Cuántas veces te has sentido que todos te han abandonado y rechazado?
He conocido de cerca el desprecio y el rechazo, y sé que es profundamente doloroso, especialmente cuando proviene de personas que apreciamos. Sin embargo, con el tiempo he comprendido que, aunque estas experiencias duelan, forman parte de un proceso necesario para moldear y fortalecer mi carácter, y para ayudarme a comprender más profundamente el amor de Dios.
Dios permite que atravesemos momentos difíciles no para destruirnos, sino para enseñarnos, haciéndonos más fuertes y conscientes de nuestra verdadera identidad en Él. Al enfrentar el rechazo, he aprendido a no buscar mi valor en la aprobación de los demás, sino a descansar en el amor incondicional de Dios, quien me acepta tal y como soy. Este proceso me ha permitido crecer en fe y depender más de Su amor eterno, recordando que, aunque otros puedan fallarme, Su amor nunca lo hará.
El abandono y el rechazo son experiencias extremadamente dolorosas que pueden dejar heridas profundas en el corazón. Cuando alguien en quien confiamos nos da la espalda o cuando sentimos que no somos valorados, esa sensación de pérdida y desamparo puede afectar no solo nuestras emociones, sino también el alma. Cada rechazo deja una marca, y a veces es difícil sanar esas heridas, sin embargo, en medio del proceso, Dios nos ofrece un amor incondicional y una promesa de restablecimiento. Dios viene a restablecerte por medio de Su amor y de Su Palabra. Él nos asegura que, aunque las personas puedan fallarnos, Su amor permanece Fiel. Salmo 147:3, nos dice que Dios “sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas”. Dios comprende el dolor que sentimos y está dispuesto a acompañarnos en el proceso de sanación, ofreciéndonos paz y restauración para nuestras almas.
Aunque todos te hayan abandonado y piensen que no eres suficiente para pertenecer a sus círculos, Dios te escoge y te llama para que formes parte de Su círculo de amor. Él no se fija en tus fallas ni en las etiquetas que otros han puesto sobre ti; al contrario, te mira con ojos de amor incondicional, viendo en ti un valor y propósito eternos. En Su regazo de amor, Dios te da una identidad única y un propósito de esperanza. Él no solo nos acepta, sino que también nos restaura, nos levanta y nos dice: Eres altamente estimado por Mi” “Eres muy especial y te amo con amor Eterno”. Mientras que el mundo nos mide con sus propios intereses, Dios nos valora como Sus hijos amados y nos invita a caminar con la cabeza en alto, confiados en Su aceptación; sabiendo que en Él encontramos fortaleza, paz, alegría y gozo.
Dios es amor y en Su amor, encontramos un refugio seguro, como también, un bálsamo que sana las heridas más profundas y nos da una identidad firme como hijos e hijas de Dios.
Podemos experimentar el dolor de que nuestros amigos se alejen y nos eliminen de sus contactos o redes sociales, podemos sentir que nuestros hermanos nos den la espalda e, incluso, que todos a nuestro alrededor nos abandonen. Sin embargo, Dios nos da una promesa reconfortante y eterna: “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, con todo, Jehová me recogerá” (Salmos 27:10).
Este versículo nos recuerda que, aun en los momentos de abandono o rechazo, cuando incluso las personas más cercanas puedan fallarnos y darnos la espalda, el Señor nos recoge y nos sostiene con Su mano poderosa. Dios no se aleja, no nos abandona ni cambia Su amor por nosotros. Su amor es eterno e inmutable; Él es el mismo de ayer, de hoy y por los siglos de los siglos. Esta promesa nos asegura que, independientemente de las circunstancias o del comportamiento de los demás, Dios permanece Fiel y constante, siempre dispuesto a brindarnos Su amor y cuidado perfecto.
De modo que, Dios es nuestro refugio y sostén en medio de cualquier circunstancia, asegurándonos que Su amor es constante y que nunca estamos realmente solos. Este versículo invita a confiar en Dios como nuestro amparo seguro, quien siempre estará ahí para darnos Su apoyo y consuelo. En este día el Señor nos invita a recordar que somos preciosos para Él, que Su amor es más profundo que cualquier rechazo y que Su presencia estará con nosotros, especialmente en momentos de prueba y desolación. En ese lugar de dolor, Dios nos sostiene y nos promete que Su fidelidad nunca nos fallará.
Escrito por Buenaventura Flores
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