Ahora pues, Jehová, Tú Eres nuestro Padre; nosotros barro, y Tú el que nos formaste; así que obra de Tus Manos somos todos nosotros. Isaías 64:8
!Moldéame Señor!
Los oídos de Dios están prestos para escucharnos y venir a nuestro auxilio en los momentos de pruebas, de enfermedades, tristezas, dolores y persecución. Somos vasos frágiles en las manos de Dios, Él es nuestro Alfarero por excelencia que nos moldea cada día convirtiéndonos en vasos fuertes. Dios es mi Alfarero, Él es quien quita todas mis imperfecciones y me repara con Su amor incomparable. Tenemos que abandonar todo y dejar que Él nos moldee al vaso que Él anhela que nosotros seamos. Su Mano me moldea para poder brillar con Su luz. Muchas veces nos sentimos como vasos frágiles y quebrados con diversas pruebas, pero la misericordia de Dios nos alcanza y nos fortalece por medio de la fe que opera en nosotros. Dejémonos moldear por el Señor cada día. 
Cuando atravesamos momentos de tristezas y dificultades, es natural que nos entristezcamos y las emociones nos carguen de tal forma que no reposamos en las Promesas de Dios. Aprendamos a descansar, reposar y caminar en las promesas que Dios nos ha dado cuando nos dice: “No temas, porque Yo Estoy contigo; no desmayes, porque Yo Soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Descansemos en las Promesas de Dios que son real y verdaderas. Sigámosles creyéndole a Dios, aunque no tengamos fuerzas “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10). No temas, porque Dios está contigo. No temas, aunque vea todo oscuro y no haya esperanza. Jesucristo es nuestra esperanza, Él nos prometió que nunca nos dejaría y nunca nos abandonaría. No tema, solo créele a Él.

La Palabra de Dios nos enseña en 2 Corintios 4:7-18 “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida. Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.

Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios. Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.

Dios es un Padre de amor y de misericordia que se conduele de Sus hijos cuando le claman a Él en oración. No tema, solo créele a Él.

www.ministeriosdesanidad.org


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