“Jehová Dios mío, a Ti clamé, y me sanaste”. Salmos 30:2 (RVR1960

Jehová Dios mío, a Ti clamé, y me sanaste.” Salmos 30:2 (RVR1960)

Los médicos especialistas del corazón realizan diferentes tipos de operaciones, entre las que se encuentran la reparación de fallas cardíacas, la renovación y reparación valvular, la revascularización transmiocárdica, la reparación de aneurismas, los trasplantes de corazón y lo que todos conocemos como el bypass coronario. En todos estos procedimientos, el paciente recibe anestesia general, lo que asegura que esté dormido y no sienta dolor durante la intervención quirúrgica. Luego, el cirujano procede a abrir, sacar o reparar lo dañado, y finalmente cierra la herida física.

Los doctores anestesian a los pacientes antes de la operación, y es ahí donde el Espíritu Santo quiere hablarnos hoy en esta breve reflexión. A diferencia de un cirujano humano, que adormece a su paciente para realizar la operación, el Espíritu Santo no te anestesia cuando te opera. Él quiere que estés despierto y consciente durante el proceso, para que puedas ver y testificar Su obra maravillosa en ti.

El Todopoderoso anhela que tú seas testigo de la transformación que Él está llevando a cabo en tu vida. Dios quiere que observes y testifiques Su poder y Su amor. Mientras que un médico opera y extrae lo que está mal, Jesús, el Cirujano de cirujanos, es el Médico que no solo opera, sino que también sana por completo todas las enfermedades y heridas del alma. Él viene a sanarte y a vendar todas tus heridas para que puedas vivir para Su gloria y honra. Hoy, el Espíritu Santo de Dios viene a realizar una cirugía en ti; Él viene a repararte y renovarte porque te ama y desea que vivas una vida victoriosa y plena.

Durante esta intervención divina, el Espíritu Santo quiere que estés despierto y consciente para ser testigo de Sus milagros. Jesús tiene el poder para sanarnos y restaurarnos. La Palabra dice: “Él herido fue por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por Su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). El Padre Celestial tiene todas las respuestas que estás buscando. Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas (Salmos 147:3).

Además, el Señor dice: “Yo te devolveré la salud y te sanaré de tus heridas” —declara el SEÑOR— “porque te han llamado desechada, diciendo: ‘Esta es Sion, nadie se preocupa por ella.’ He aquí, Yo le traeré salud y sanidad; los sanaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad” (Jeremías 30:17). En medio de tus luchas, recuerda las palabras de consuelo que nos ofrece: “No temas, Yo estoy contigo” (Isaías 41:10).

Hoy, si te sientes quebrantado, recuerda que Dios está contigo y dispuesto a hacer una obra nueva en tu vida. Permítele al Espíritu Santo operar en ti, despierto y receptivo a Su toque sanador.

Escrito por Bv. Flores
www.ministeriosdesanidad.org


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