La palabra del Señor nos habla por medio del profeta Joel que debemos darle al Señor todo el corazón, no la mitad. Hay una gran bendición cuando le entregamos todo el corazón a Dios. Cuando nos rendimos al Señor en espíritu y en verdad, le entregamos el corazón, ya no somos nosotros, es Cristo obrando en nosotros.

“Ahora, pues, dice Jehová, convertíos ahora a Mí con todo vuestro corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová, vuestro Dios; porque es misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y se duele del castigo” (Joel 2:12-13).

El Señor Todopoderoso anhela tu alma y tu corazón, por tanto Él desea tener una relación transparente y sincera de Padre a hijo. En esa intimidad con el Señor, no puede existir ningún obstáculo que impida llegar a Su presencia. Las murallas de pecados, es lo que separa al ser humano de Dios, evitando que éste goce de las ricas bendiciones de Dios.

Dios siempre estará pendiente para recibirnos con los brazos abiertos porque su misericordia es para siempre. Quizás me dirás: “Mis barreras son muy altas y mis pecados son muy grandes, no pienso que en esa condición Dios me recogerá.” Si el Señor perdonó a Saulo, perdonó al hijo prodigo, perdonó a David, cuánto más a ti. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

El amor de Dios es inmenso, Él es misericordioso y clemente lento para la ira y grande en misericordia. Déjame decirte esto: Podemos engañar a todo mundo, pero Dios no puede ser burlado. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).

Dios tiene el poder de escudriñar los corazones de cada uno de nosotros, Él conoce los pasamientos de nosotros, aun aquellos que todavía no han pasado por la mente. Él; Señor escudriña los corazones. Por tanto, confesemos nuestros pecados al Señor de manera sincera y de un acto de humillación ante Él.

Recuerda que el hacerlo rompe todas barreras que impide llegar a Dios. Cuando confiesa tus pecados al Señor, perdona aquellos que te ofendieron y que tú ofendiste, gana una gran batalla. Tu victoria la obtiene de inmediato, Dios te recoge con Su brazo entendido de amor.

El Señor no se acordará jamás de tus pecados, es más, cuando te arrepiente de todo corazón, tus pecados son automáticamente borrados en la tierra y en el cielo. Claro el enemigo va a traerte a la mente tus pecados y hacerte sentir que ere nadie, cuando en realidad es una mentira.

Si tú estás en Cristo y camina en Sus caminos, debe de creer y agarrarte de las promesas que Dios te extiende hoy: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

Quizás te han abandonado tus amigos aquellos que comían contigo en tu mesa, aquellos que ayudaste en algún momento de tu vida y te ha sentido triste por el desprecio y el abandono. El padre del hijo prodigo no se acordó de lo que hiso su hijo, más bien, él lo recibió con los brazos abiertos e hiso una gran fiesta en su nombre.

Eso mismo hace tu Padre Celestial, Jehová de los Ejércitos contigo, porque “el amor cubre multitud de pecados” (Proverbios 10:12). Si te humilla y te arrepiente de todo corazón como lo hiso el hijo prodigo, el Señor nunca te despreciará. Por tanto, “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:17).

Nunca es tarde para arrepentirnos e humillarnos delante del Señor nuestro Dios, el que todo lo puede, lo sabe, y no hay nada imposible para Él. El mundo te puede despreciar, pero Dios no te despreciará si vienes con un corazón arrepentido. El Señor anhela que tu corazón esté limpio y sin manchas porque quiere llenarte de sus ricas bendiciones.

Recuerdas que para llegar a Su presencia es necesario vaciarnos de todas las cargas, pecados y basuras que cargan nuestras almas y no nos deja avanzar hacia los caminos de Dios. El Señor desea llenar tu corazón con Sus bendiciones, tú decides.

Señor Jesucristo, en este día he decidido buscarte, perdóname y enséñame el camino por donde he de andar. Señor, crea en mi oh Dios un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí. Hoy declaro que toda muralla que me separa de Ti, son derribadas por la Sangre de Cristo. Mi anhelo es buscarte día a día y ver un nuevo despertar en Ti. Señor, gracias por vaciar mi corazón de todas las impurezas que no me dejaba avanzar hacia tu presencia. Gracias por llenar mi corazón de tus palabras. Tu palabra hizo que mi corazón y mis caminos estén limpios. Gloria a Dios!

Bendiciones

Escrito el 14 Febrero de 2012

Escrito para www.ministeriosdesanidad.org


Autora del libro “Venciendo los Miedos por fe: Corre para ganar”, está disponible en Amazon Kindle Edition | https://amzn.to/3Mz5Ztw

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