En nuestras vidas, experimentamos situaciones muy dolorosas que marcan heridas en nuestros corazones donde algunas veces son difíciles de cicatrizar.
Estas heridas abiertas son tan sensitivas que tan solo mencionar el nombre de la persona que la causó produce malestar y resentimientos profundos.
Quizás pasaste por situaciones en tu niñez donde alguien interrumpió tu pureza y sin darte cuenta, esa raíz se iba extendiendo en lo más profundo de tu alma.
Este dolor se va penetrando formando así aflicciones interiores y por más vendas que use siempre estarán abiertas, causando temor, desconfianza, ira, odio hacia sí mismo, depresión, dificultad para relacionarse con personas o con Dios.
En medio de esa situación, muchas veces has tratado de cambiar tu pasado y olvidarte de lo que pasó, pero mientras tanto esas heridas todavía no han sellado. Las heridas vuelven abrirse cuando te encuentras triste y afligid0.
Jesús es el único que tiene el poder de vendar los quebrantados de corazón; Él desea sanar tus heridas hoy por completo. Su palabra lo confirma en Salmos 147:2-3 “El Señor edifica a Jerusalén; congrega a los dispersos de Israel; sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.”
Es en Jesús que está la sanidad del alma, en Él todo es posible. Lo que es imposible para la mano del hombre es posible para la Mano de Dios. Deja que Jesús pase su Mano sobre tu alma; si lo permite, Él te sellará por completo todas tus heridas sin dejar ningunas cicatrices.
Invita a Jesús a tu vida y a tu corazón, habla con Él, dile que toque y derrame de Su bálsamo en las áreas de dolor que tanto te ha dolido. Tú no podrás cerrarlas por tus propias fuerzas, porque necesita la intervención del poder sanador del Espíritu Santo en tu vida, en tu mente y en tu corazón.
Una vez que te has rendido ante Dios para sanar tus heridas, revístete con su palabra, pídele al Señor que renueve tu mente con su palabra, perdona si no ha perdonado. Unas de las partes más importante en el proceso de sanidad es el perdón.
En ese proceso debe perdonarte a ti misma, luego perdona a quien te ofendió y maltrató, y finalmente buscar el perdón de Dios. El perdón es la mejor medicina para curar el cuerpo físico y las heridas del alma. Una vez que perdona recibirás liberación y sanidad.
La palabra de Dios nos relata acerca del perdón en diferentes formas para que podamos aprender y ponerlos como ejemplo en nuestras vidas. La historia del hijo pródigo nos enseña a perdonarnos y darnos otra oportunidad, de empezar otra vez.
En esta historia, el hijo le dijo a su padre “dame la herencia que me corresponde y se fue muy lejos de su padre. Cuando gastó toda su herencia, sobrevino en esa región una escasez grande y comenzó a pasar necesidad. Fue en esa necesidad donde se acordó que había pecado y fallado a su padre.
Un día decidió regresar a su padre en busca de su perdón. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sin¬tió compasión, corrió a echarse a su cuello y lo abrazo. Entonces el hijo le habló: Padre, pequé contra Dios y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo.
Pero el padre dijo a los servidores: Rápido, tráiganle la mejor ropa y póngansela, colóquenle un anillo en el dedo y zapatos en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo, comamos y alegrémonos, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo he encontrado. Lucas 15, 24
Cuando regresamos al Padre en busca del perdón, Él nos recibe con los brazos abiertos, nos viste de ropa fina, para que no andemos desnudos, nos calza para que no andemos descalzos, nos alimenta para que no pasemos hambre ni necesidad y nos sella con su anillo dándonos el privilegio de ser herederos de Él.
La acción que tomó el hijo pródigo de abandonar a su padre, produjo en él un dolor profundo, en su alma crecieron heridas que él no podía resistirlas. Las heridas del hijo, fueron curadas al momento que él se levantó del fango donde se encontraba, y decidió a buscar el perdón de su padre.
Ahí donde te encuentras, nunca es tarde para darte otra oportunidad. El Señor Jesucristo tu Padre, siempre estará esperándote con los brazos abiertos para recibirte. Sé que no ha sido fácil para ti, pero cobra ánimo; recuerda que el hijo se levantó; también tú lo puede hacer con la ayuda y voluntad de Dios.
Bendiciones
Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados. 1 Pedro 4:8
Escrito el 20 de Junio de 2011
Escrito para www.ministeriosdesanidad.org