Saber perdonar es la base para vivir una vida llena de paz con Dios, con uno mismo y con los demás. Cuando perdonamos nos acercamos a Dios. Si Dios me perdonó ¿Quién soy yo para no perdonar? ¿O es que se nos olvida que Dios nos perdonó primero?
Hay muchas consecuencias desfavorables que nos puede causar grandes heridas tanto física como espiritual cuando no perdonamos. Estamos viviendo en un tiempo muy peligroso donde el odio y la falta de perdón van agarrados de las manos e infiltrándose en el corazón de muchos seres humanos. Esa infiltración de no perdonar puede causar raíces de resentimientos muy profundas que pueden afectar la salud y una relación personal con Dios. El aprender a perdonar nos ayuda a prevenir enfermedades especialmente enfermedades cardiovasculares. Dios nos manda a perdonar y a renovar nuestras mentes y nuestros corazones para no pecar. “Y no os conforméis a este mundo; mas transformaos por la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
“Mas lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre” (Mateo 15:18). Lo más importante en mi vida es guardar mi corazón, vivimos en este mundo, pero no pertenecemos a este mundo. Cristo nos apartó de este mundo para vivir una vida agradable a Él. Antes estábamos en el mundo y hacíamos lo que el mundo hace, pero ya somos separados para Dios. Es importante también reconocer que a diario tenemos guerras que nos hacen enojar y algunas veces no sabemos qué hacer. Es ahí donde clamamos a Dios en busca de Su ayuda, pues Él siempre llega a tiempo para guardar nuestros corazones. El no perdonar causa raíces de amarguras que contaminan la mente y el corazón. El anhelo de Dios es que guarde tu corazón y no se llene de raíces de amarguras. Las raíces de amarguras contaminan tu caminar con Dios y detienen tus bendiciones. Las amarguras de resentimientos conllevan a las enfermedades. Cuando perdonamos, somos libres y respiramos vida.
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
Saber perdonar es beneficioso para cada uno de nosotros, es aprender y dejar atrás el problema y empezar de nuevo en Cristo, Él es quien nos da las fuerzas para empezar y ver un nuevo amanecer cada día. “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que esta adelante, prosigo a la Meta, al Premio del Supremo llamado de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). Es necesario perdonar porque si no perdonamos tampoco Dios nos perdonará. “Pero si no perdonas a los hombres sus ofensas, tampoco tu Padre te perdonará tus pecados” (Mateo 6:14-15).
“Si confesamos nuestros pecados, Él es Fiel y Justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). “Sean amables y misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como Dios también les perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:32).
Entonces, ¿Cuántas veces debo perdonar?
“Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Por lo cual el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre Celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:21-35).
“Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones, por amor de Mi Mismo, y no me acordare de tus pecados” (Isaías 43:25).
“De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes” . (Colosenses 3:13)
Escrito por: Bv. Flores
www.minisreriosdesanidad.org