Nuestra lucha “no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales” (Efesios 6:12). En la guerra espiritual nos vamos a encontrar con diferentes tipos de enemigos y es necesario reconocerlo para así saber cómo orar, cómo pelear y cómo derribarlo en el nombre de Jesús. Si eres guerrero de Dios, si eres guerra de Dios es de suma importancia que te llenes con todas las armaduras de Dios para saber hacerle frente a toda las artimañas del diablo porque “Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno” (Marcos 9:29 Reina-Valera 1960 (RVR1960).
En las regiones celestiales de maldad, militan los espíritus territoriales, estos espíritus son asignados para atacar puntos estratégicos y hacer maldad. Por ejemplo en los Estados Unidos, vemos cómo New York ha sido enmarcado como lugar específico para los terroristas. También podemos ver cómo los demonios se han establecido en muchos países de Latinoamérica para infundir pobrezas, drogas, hechicerías, corrupción y violencia. Muchos gobiernos y sus habitantes han consagrado su nación a las fuerzas del mal y como consecuencia, esto ha acarreado una dimensión espiritual maligna en la atmosfera trayéndole corrupción, carencia, pobreza, robo, plagas, atraco, muerte, disconformidad y ruina. Y yo me pregunto:
¿Cómo orar para derribar las fortalezas del mal? Resistiendo al diablo en ayuna y oración, porque no eres tú quien va a pelear, es Dios. La oración, el ayuno y la Palabra de Dios, son armas altamente poderosas y efectivas que derriban fortalezas. “Porque aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Corintios 10:3-4). Tu fuerza no radica en lo fuerte que eres, porque no vas a pelear con tus fuerzas sino con el Espíritu de Dios y por medio de Su Palabra, es que vas a vencer. “Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37). “Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4- 5).
La oración derriba fortaleza, por esa razón, el Señor nos exhorta a “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5.17). Nosotros no tenemos tal fuerza para resistir a los poderes de las tinieblas, pero cuando oramos, se rompen cadenas y el enemigo se tiene que largar en el nombre de Jesús. Cuando oramos, nos doblegamos a Dios y entramos en una dependencia, o sea nos sometemos al Señor por medio de la oración. Ese acto de humillación, produce en nosotros poder y autoridad para echar fuera las insignias del diablo por medio de la Sangre de Cristo. “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7/1 Pedro 5:9). “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Efesios 6: 13). Nuestra autoridad consiste en orar, creer y someternos a Dios. Debemos orar específicamente para proclamar y declarar en el nombre de Jesús por zona específica, provincias o nación que por años fueron tomadas por las fuerzas del mal. Orar para que Dios brinde liberación.
Mi madre me estaba contando que en la República Dominicana había una zona específica donde pasaban muchos accidentes, nadie quería pasar por ese lugar porque siempre ocurría una desgracia, ese territorio estaba marcado como una zona de muerte. Mi madre también me platicó que un pastor muy querido en mi familia viajó hacia ese lugar y pudo ver legiones de huestes espirituales de maldad en esa región. El pastor vio caminar a muchos diablitos pequeños y todos iban en fila, o sea había una concentración satánica que militaba en ese lugar. Nosotros nos pusimos ayunar, orar, reprender y atar a esas legiones de demonios por varios días. Cuando terminamos de ayunar y orar mi madre se dirigió a ese lugar y lo ungió con aceite en el nombre de Jesús. Para la gloria de Dios, las gentes pueden viajar con tranquilidad por esa zona, porque los demonios fueron derribados y echados en las profundidades del mar por medio del ayuno y la oración y por el poder de la Sangre de Cristo. Como hijos y creyente de la palabra de Dios, debemos reconocer que nosotros pertenecemos al Ejército de Dios, por tanto, el Señor nos da la autoridad para atar y desatar al enemigo en el nombre de Jesús. Recuerda que el enemigo no prevalecerá donde están dos o tres congregados en el Nombre de Jesús” (Mateo 18:20).
No es una sorpresa ver lo que a diario pasa a nuestro alrededor, estamos en una guerra espiritual con el adversario de nuestras almas que es satanás. No estamos solos, tenemos a Dios El Todopoderoso que pelea por ti y por mí. La buena noticia es que Jesús venció a satanás en la cruz del Calvario, por tanto, nuestro enemigo esta derrotado. Cada día es una batalla que tenemos que pelear y ganarla por medio del poder de la Palabra de Dios. Hoy más que nunca salen a relucir las maniobras del diablo en todos los lugares y en diferentes maneras, por tanto, no podemos hacer oídos sordos a las artimañas del enemigo, ni mucho menos ignorar las tramas de las tinieblas. Los demonios se instalan en un lugar o región específica y a estos demonios se le llaman territoriales en cambio los demonios que viajan de un país a otro para llevar contienda, mortandad y desastres se les llaman demonios emigratorios, ellos se marchan de su país para establecer su milicia en otro país. Eso lo estamos viendo a diario en todo el mundo, los gobiernos están fortaleciendo sus fronteras y vigilantes, porque el enemigo ando como león rugiente buscando a quien devorar.
Como hijos de Dios sabemos que estamos viviendo una guerra donde la vamos a ganar con la autoridad que Dios nos ha depositado en nuestras manos. Él le depositó a David una piedra y con ella derrumbó al gigante. ¿Cuál es tu gigante? Quizás tú ve a tu gigante como el tamaño de un elefante, pero Dios ve a tu gigante como el tamaño de un diminuto insecto que se aplasta con facilidad. Dios cortará la cabeza a tu gigante. David no peleó con espada para derribar a su gigante, él peleó en el nombre del SEÑOR de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel. (1 Samuel 17:45). Descansa, arrepiéntete y entrégale tus cargas a Dios, Él pelea por ti. Dejemos que Dios pelee por nosotros, Él nunca ha perdido una batalla. Doblemos rodillas, exaltemos Su nombre y creamos por fe en Sus promesas. Es hora de reconquistar el territorio perdido, es hora de retomar mi territorio en el nombre de Jesús. Es hora de guardar el corazón y andar con un corazón conforme al corazón de Dios. Es hora de abrocharnos los cinturones y pararnos firmes en la Roca que es Cristo por medio de la oración. Es tiempo de retomar lo que el enemigo nos ha robado en el nombre del SEÑOR de los Ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel.
“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el Nombre del SEÑOR de los Ejércitos, el Dios de los Escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado” (1 Samuel 17:45). Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la Verdad, y vestidos con la Coraza de Justicia, y calzados los pies con el apresto del Evangelio de la Paz. Sobre todo, tomad el Escudo de la Fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el Yelmo de la Salvación, y la Espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. La batalla continúa, por tanto, debemos estar siempre preparados, tomando Toda la Armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo. “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el Poder de Su Fuerza” (Efesios 6).
En el nombre de Jesús, utiliza las armas que Dios te ha dado para orar por tu familia, tu comunidad y tu nación. “Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe…” 1 Timoteo 1: 18-20
Escrito: El 16 de noviembre del año 2014
Por B. Flores
Escrito: Originalmente para www.ministeriosdesanidad.org