Y Los Nueve, ¿Dónde Están?Muchas personas, cuando enfrentan dificultades tan grandes que sus fuerzas y recursos se agotan, buscan desesperadamente una solución y, al no encontrarla, recuerdan a Dios y claman por Su ayuda. En su angustia, elevan oraciones sinceras, depositando su confianza en Su poder y misericordia para socorrerlos. Reconocen que solo Él puede librarlos del dolor, la escasez o la desesperanza que enfrentan.
Sin embargo, una vez que Dios concede sus necesidades, responde a sus oraciones y les concede el alivio que tanto anhelaban, muchos caen en el error de olvidarse de Él. En lugar de mantener una relación de gratitud y dependencia con el Señor, retoman su vida como si nunca hubieran necesitado Su auxilio. Actúan como si la solución hubiese llegado por casualidad o por su propio esfuerzo, ignorando que fue Dios quien, en Su amor y fidelidad, les extendió Su mano poderosa.
Esta actitud de ingratitud no es nueva. A lo largo de la historia, ha sido una constante en la humanidad. La Biblia nos muestra numerosos ejemplos de personas que, tras recibir la ayuda de Dios, se apartaron de Él. Sin embargo, el Señor nos llama a recordar siempre Sus beneficios y a vivir con un corazón agradecido. Como dice el Salmo 103:2: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.”
Que nunca permitamos que la comodidad o la prosperidad nos hagan olvidar a Aquel que nos sostuvo en nuestros momentos más oscuros. En todo tiempo, demos gloria y honra a Dios, reconociendo que sin Él nada podemos hacer.
Esta actitud es reflejada en la historia de los diez leprosos narrada en Lucas 17:11-19. Jesús, al encontrarse con estos hombres que clamaban por misericordia, les ordenó presentarse ante los sacerdotes, y en el camino fueron sanados. No obstante, solo uno de ellos, un samaritano, regresó para dar gloria a Dios y expresar su gratitud. Este pasaje no solo evidencia el poder sanador de Jesús, sino que también nos confronta con la ingratitud humana y nos enseña la importancia de reconocer y agradecer a Dios por Su gracia y misericordia en nuestras vidas.
Lucas 17:11-19: “Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando Él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a Sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
De los diez que fueron sanados, solo uno regresó para agradecer y glorificar a Dios. Jesús, al notar su gratitud, no solo reconoció su gesto, sino que también le otorgó salvación al decirle: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lucas 17:19). Este pasaje nos enseña que Dios no solo escucha nuestras súplicas y responde con misericordia, sino que también valora profundamente un corazón agradecido. La gratitud es una expresión de fe que nos acerca aún más a Él y nos permite experimentar Su gracia en plenitud.
Que este relato sea una invitación a reflexionar sobre nuestra actitud: ¿Acudimos a Dios solo en necesidad? ¿Nos olvidamos de darle la gloria una vez que nos ayuda?
Es un sentimiento profundamente doloroso cuando uno ha extendido la mano con amor y sacrificio para ayudar a alguien, solo para recibir indiferencia o ingratitud a cambio. Es como si el esfuerzo, el tiempo y la dedicación no hubieran significado nada para esa persona. La falta de reconocimiento no solo lastima, sino que también puede hacernos reflexionar sobre la condición del corazón humano y la facilidad con la que algunos olvidan los actos de bondad que recibieron en su momento de necesidad.
De igual manera, Jesús sintió esa tristeza cuando dijo: “¿No son diez los que fueron limpiados? ¿Y los nueve dónde están?” (Lucas 17:17). Su pregunta refleja la desilusión ante la ingratitud de aquellos que recibieron un milagro, pero no consideraron importante regresar para dar gloria a Dios. Esto nos muestra que la gratitud es más que una simple cortesía; es un acto de reconocimiento y honra a Dios por Su fidelidad y amor.
Aunque la ingratitud humana es común, Dios nos llama a seguir haciendo el bien sin esperar recompensa de los hombres, porque Él mismo es quien ve y recompensa a Su tiempo. Como dice Gálatas 6:9: “No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.”
Hoy es un buen día para recordar que la gratitud honra a Dios y abre puertas a bendiciones mayores.
Seamos como ese único leproso que regresó, glorificando a Dios y dándole gracias, porque Dios exalta a quienes lo honran con un corazón agradecido.
Así como el único leproso regresó para agradecer, también nosotros debemos cultivar un espíritu de gratitud, tanto hacia Dios como hacia las personas que nos ayudan.
Seamos conscientes de las bendiciones que recibimos a diario, grandes o pequeñas, y recordemos que la gratitud no solo abre las puertas a más milagros y maravillas, sino que también nos acerca a la salvación que Dios nos ofrece en Cristo Jesús. ¡Seamos agradecidos y demos siempre la gloria a Dios!
La gratitud es una llave que abre puertas y un reflejo de un corazón transformado por Dios. Cuando somos agradecidos, no solo reconocemos lo que hemos recibido, sino que también damos testimonio de la bondad y fidelidad de Dios en nuestras vidas.
Así como el único leproso regresó para glorificar a Dios, también nosotros debemos hacer de la gratitud un estilo de vida. No esperemos a enfrentar una crisis para recordar a Dios, sino que cada día, en cada bendición y aún en las pruebas, elevemos nuestra voz en acción de gracias. Como dice 1 Tesalonicenses 5:18: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.”
Que nuestro corazón rebose de gratitud, no solo hacia Dios, sino también hacia aquellos que nos han tendido una mano en momentos de necesidad. Un corazón agradecido refleja humildad y reconoce que todo lo bueno proviene de Dios. ¡Demos siempre la gloria a Dios y vivamos con gratitud!
Escrito por Buenaventura Flores
Originalmente para www.ministeriosdesanidad.com