Por B. F
“Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia” (Salmos 103:8).
El enojo es una emoción muy dañina y sumamente peligrosa. El apóstol Pablo sabía muy bien el asunto de los resentimientos y la ira, por esa razón nos habla y nos instruye de parte de Dios a cómo lidiar con esa emoción peligrosa, y nos dice en (Efesios 4:31-32) “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Santiago 1:19-20 (Reina-Valera 1960)
Es importante que entendamos que el enojo no viene de Dios, Él es lento para la ira. El enojo tiene el poder de dominar a cualquier ser humano, está de nuestra parte si vamos a escoger a no enojarnos o dejar que el enojo tome dominio sobre nosotros. En ninguna circunstancia no podemos dejar que el enojo nos domine. Cuando nos dejamos llevar por el enojo, sufrimos las consecuencias y nuestro testimonio como cristiano se empaña.
La mayoría de las veces las personas que se ira con facilidad tiende a tener un pasado muy doloroso y a consecuencia de ese dolor, su corazón se torna con muchos resentimientos, ira, enojo y gritería. Todas estas emociones juntas producen depresión y con tendencia para airarse con facilidad. El enojo es enemigo del ser humano, el enojo rompe lapsos familiares, divide amistades y rompe hogares. Ahí donde te encuentras, déjame decirte que si está atado por las iras, amarguras, y el enojo, hoy el Señor quiere libertarte y hacerte libre de esa emoción peligrosa que no te deja avanzar. Entrégale al Señor esa emoción que te tiene con tanta amargura.
Si en tu pasado alguien te ofendió y jugó con tus sentimientos a tal forma que esa situación te ha causado resentimiento y dolor, es tiempo de que tú lo perdone. El señor nos manda a perdonar a nuestros enemigos, Él te perdonó a ti; ¿Quién eres tú para no perdonar? Hay una gran bendición cuando perdonamos a nuestros enemigos, aquellos que jugaron con nuestros sentimientos, aquellos que no nos desean bien, aquellos que hablaron mal de nosotros. La bendición es que somos libre de esa carga de resentimientos y de ira cuando perdonamos. La bendición es que somos libres y las cadenas de resentimientos fueron rotas cuando perdonamos a nuestros enemigos. Pídele fuerzas al Señor y has la prueba del perdón y verás un cambio en tu vida.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:1).
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1Juan 1:8-10).
Que el Señor continúe bendiciéndote
Escrito: El 27 de Mayo del año 2013
Escrito para www.ministeriosdesanidad.org