Abraza La Fe

Dios contesta las peticiones de sus hijos de acuerdo al plan que Él tiene para cada uno de nosotros. Esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (I Juan 5:15-15).

La Biblia nos dice que las oraciones del justo serán contestadas: “… La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16). La clave para ver nuestras peticiones realizarse, es de llevar una vida justa y agradable a Dios. Una persona justa sabe cómo vivir una vida limpia, confiada plenamente en esperar y depender del Señor a tiempo y fuera de tiempo. En momentos de la aflicción, su alma estará confiada, porque Dios se acuerda de sus hijos y nunca llega tarde. Es necesario esperar en el Señor.

Durante esa espera, debemos alimentarnos de la palabra de Dios; pues Sus palabras nos aumentan la fe para creer en lo imposible. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción, de lo que no se ve” (Hechos. 11:1). Cuando pidas, pide como si ya ve lo que el ojo natural no ve. La mujer del flujo de sangre pidió por fe, ella puso su fe en acción. Se levantó sin importar el qué dirán de los demás y fue en busca de Jesús. En medio de su condición, ella decidió creerle a Dios y recibir sanidad.

Ella practicó y dijo: Si tan solo pudiera tocar Su manto sería sana. Es ahí donde Dios prepara el terreno de milagro para que todos lo puedan ver, y así dar testimonio de Su grandeza. Cuando el hijo pródigo abandonó a su padre y luego se vio en una grave situación, él se arrepintió y practicó su fe y dijo: volveré a casa de mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.” Se puso en camino y fue a casa de su padre.

La fe determinante del hijo pródigo hizo levantarlo en busca del perdón de su padre. Él no le hizo caso al enemigo que quizás jugó con su mente para opacar sus planes; más bien, él abrazó su fe para volver a la casa de su padre. El padre lo recibió y lo miró con amor aun cuando el hijo trató de explicarle su pecado; mas el padre no pidió explicación.

Dios contestó la petición del Padre y eso le bastó. ¡Su hijo estaba de regreso! Eso mismo hace nuestro Padre Celestial cuando nos descarriamos y decidimos volver a Él. El amor que Dios te tiene, es tan grande que te recibe hoy con los brazos abiertos. El Señor Jesucristo no pide explicaciones; porque a un corazón arrepentido y humillado; Él no lo despreciará jamás. El hijo pródigo se humilló y puso su fe en acción.

La mujer del flujo de sangre, se abrazó también a su fe y a creerle a Dios. El Señor sabe quiénes lo tocan en espíritu y en verdad porque Él conoce los corazones. Jesús sabía la condición en la que se encontraba aquella mujer como también las del hijo pródigo; Él solo estaba esperando que ellos den el paso de arrepentimiento y de fe.

Es necesario que los milagros del Señor sean revelados a todo y así dar testimonios de Su gran poder. La historia de la mujer del flujo de sangre y la del hijo pródigo, son dos situaciones diferentes pero con una misma relación. Ellos se arrepintieron y abrazaron a Jesús poniendo su fe en acción. No sé cuáles son tus condiciones ahora mismo, pero Dios las conoce todas. El amor que Dios te tiene es tan grande que te recibe hoy con sus brazos abiertos de perdón.

Llénate de valor como lo hizo la mujer del flujo de sangre, levántate como lo hizo el hijo pródigo y abrázate a Jesús; solo en Él encontrarás la paz que el mundo no puede dar. En Jesús está la vida. Dios te quiere ayudar hoy; Él quiere sanar todas tus heridas y llenarte de Su luz, solo confía y cree por fe. Si no tiene fe, pídesela al Señor Jesucristo; solo en Él la encontrarás. Abraza tu fe y ponla en acción. Jesús te dice hoy: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá” (Mateo 7:7-8).

Padre Celestial, Dios todo poderoso, gracias por tu amor y por tu perdón. Gracias Señor por el cuidado que Tú tiene para cada uno de nosotros. Reconozco que te he fallado y hoy he tomado la decisión de volver a ti en espíritu y en verdad. Me abrazo a Ti Jesús con todas mis fuerzas, auméntame la fe cada día para así buscarte y poder dar testimonios de tu gran poder. Gracias por sanarme; recibo tu sanidad. Gracias por recibirme con tus brazos abiertos y darme tu perdón. Gracias Padre; Gracias Hijo; y Gracias Espíritu Santo de Dios. Amén.

Bendiciones


Autora del libro “Venciendo los Miedos por fe: Corre para ganar”, está disponible en Amazon Kindle Edition | https://amzn.to/3Mz5Ztw

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