Salmos 40:1-5
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová. Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira. Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; y tus pensamientos para con nosotros, no es posible contarlos ante ti. Si yo anunciare y hablare de ellos, no pueden ser enumerados” (Salmos 40:1-5 (RVR1960).
La paciencia, además de ser un fruto del Espíritu Santo, es el resultado de procesos de quebrantamiento. Aprendamos a esperar y aunque la espera desespera, provoca en nosotros paciencia. La paciencia es una de las cualidades más extraordinarias, porque cuando soy paciente en Dios, Él se inclina a mi y oye mi clamor. ¡Espera desespera, pero ayudar a Dios empeora las cosas! ¡Dios es autosuficiente! ¡Sabe lo que hace y no necesita que hagamos nada por eso que estamos pidiendo! Confía en el tiempo de Dios, en el Kairos de Dios todo es perfecto, respira profundo y sigue esperando en Dios. Amén.
Escrito por el pastor: Felipe Antonio B.
Escrito originalmente para www.ministeriosdesanidad.org