No tenemos que esperar los días festivos para regalar y compartir las abundancias que Dios nos ha dado, el don de dar es constante y cuando demos debe ser, como propuso nuestro corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. (2 Corintios 9:7) En otras palabras, Dios anhela que nuestros corazones sean compasivos y con una actitud de dar con alegría de lo que Él nos ha dado.

Hay una alegría profunda e inexplicable cuando bendecimos a los demás y sin recibir nada a cambio. Al Señor le agrada cuando compartimos lo que Él nos ha dado. Él fue el primer ejemplo de dar para todos nosotros, dándonos Su Único Hijo Jesús para morir por ti y por mí porque nos ama. Hay que tener un corazón de amor para dar. Cuando bendecimos con gozo a otros, recibimos con abundancia la recompensa de Dios.

Recuerdo cuando me encontraba en Lawton, Oklahoma tuve un sueño donde me encontraba guiando por una carretera y mientras guiaba contemplaba los pastos y los arboles de aquel lugar. Mientras guiaba pude notar una casita bien pobre cerca de una colina en la carretera. En el sueño me veía saliendo de mi carro con muchas bolsas llenas de comidas y ropas para esa familia. Cuando desperté, me puse a meditar en el sueño. En esa semana del sueño, mi hijo estaba tarde para llegar a la escuela y perdió el autobús escolar. Yo tuve que llevarlo a la escuela ese día.

De regreso a la casa, cambie de ruta y en verdad no entendía por qué, pues era más largo el camino. En ese camino, vi la casa que vi en mi sueño y me detuve asombrada, hable con Dios y le dije: Señor esa es la casa que vi en mi sueño, ¿Tú quieres que vayas a esa casa y haga lo que pasó en el sueño? El Señor me dijo: Si ve y hazlo. Yo lo conté a mi esposo y él me apoyó a lo que iba a hacer, el estaba un poco temeroso porque en verdad no conocíamos a las personas que vivían en esa casa, eran extraños para nosotros pero no para Dios. Con la aprobación de Dios y de mi esposo, me llené de valor y puse por fe en acción lo que Dios quería que hiciera.

Le dije al Señor que me dirigiera a cómo lo iba a hacer. Me entré, en el armario de mis hijos y encontré muchas rocas en buenas condiciones que le quedaban pequeñas a mis hijos, busqué zapatos nuevos y usados y juguetes. Luego entré, a la cocina y miré mi lacena de compra y encontré comidas para ellos. Mi corazón estaba alegre haciendo todo eso. Luego llevé las bolsas al baúl del carro y partí hacia esa casa extraña. Cuando iba de camino, el enemigo estaba furioso y me puso muchas cosas en mi mente y me dijo: “Esas personas te van a rechazar y te cerrarán la puerta.”  Reprendí esos pensamientos en el nombre de Jesús y seguí confiando en lo que Dios me había dicho: Ve. Cuando salí del carro, toque la puerta, y me abrió un niño de alrededor de once años de edad. Pregunté por sus padres y él me contestó que ellos estaban trabajando y que venían en la tarde.

Me dijo que su tío vivía al lado y tiraba la mirada sobre ellos. De repente vinieron sus hermanitos a la puerta y eran por todos cinco. Parecía que en aquella casa había una gran necesidad mas Dios había tirado Su mirada sobre ellos. Le dije al niño que tenía unas compras para su mamá y me fui al carro a buscarlas. Cuando ellos vieron todo aquello, él me dijo: Estoy bien contento porque ese es mi regalo de cumpleaños, hoy cumplo doce años. Todos estaban contentos. Luego saqué de mi cartera un libro cristiano con mi número de teléfono para que la madre me llamara y así explicarle lo que pasó.

En la tarde la madre de aquellos niños me llamó para dar gracias y agradecerle a Dios las maravillas que Él había hecho en las vidas de ellos. Ayudar a los demás es un don de Dios y el hacerlo debe ser con un corazón alegre, Comparto este testimonio no para vanagloriarme, porque si de algo tengo que vanagloriarme, seria en mis debilidades. Te animo a tener generosidad con los demás, pues el Señor ve todas tus obras. Eso lo confirma Mateo 25:33-40

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Mateo 25:33-40

El impío toma prestado, y no paga; mas el justo tiene misericordia; y da. Salmos 37:21

Que el Señor por Su misericordia te suplas todas tus necesidades y cuando lo haga, comparte con los demás.

Dios continúe bendiciéndote

Escrito: El 28 de Noviembre del 2012

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