Dios anhela que tú y yo vivíamos cada día lo que Él por Su misericordia nos ha brindado: Un nuevo amanecer en Su luz. Lo que Dios nos habla por medio de Su Palabra en Salmos 118, es que, vivamos el presente gozosos y alegres. Al comenzar el día Dios nos recuerda que: “Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en Él”.
Saquemos tiempo para darle las gracias al Señor porque Él es bueno; Su gran amor perdura para siempre. Cada día Dios tiene algo nuevo para nosotros, porque Su gran amor hacia nosotros se renueva cada mañana. «Su gran amor perdura para siempre». Tal vez lloraste ayer de tristezas, pero el Dios de toda consolación está atento a tus gemidos. Dios lleva la cuenta de todas tus ansiedades y has juntado todas tus lágrimas en un frasco; Él has registrado cada una de ellas en Su libro para brindarte Su gozo y Su paz. Descansa en Dios, porque Él pelea tus batallas.
Él recoge todas nuestras lágrimas y las pone en su redoma (Salmos 56:8, LBLA).
Tal vez tus lágrimas y tu inquietud nadie la ha visto; pero Dios sí la ha visto y la tiene en cuenta para hacerte justicia. Te sientes entre la espada y la pared y piensas que Dios no escuchas tu clamor, Dios conoce lo que te sucede y te dice: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas” (2 Reyes 20:5, LBLA). Tú no estás solo, Dios está contigo, por tanto, dale las gracias porque se ha acordado de ti. Salmos 118 es un Salmos de agradecimiento de Dios, como también, muestra el gran amor de Dios hacia nosotros:
“Den gracias al Señor, porque Él es bueno; Su gran amor perdura para siempre. Que proclame el pueblo de Israel: «Su gran amor perdura para siempre». Que proclamen los descendientes de Aarón:
«Su gran amor perdura para siempre». Que proclamen los que temen al Señor: «Su gran amor perdura para siempre». Desde mi angustia clamé al Señor, y Él respondió dándome libertad.El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal? El Señor está conmigo, Él es mi ayuda; ¡ya veré por los suelos a los que me odian! Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre. Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos.
Todas las naciones me rodearon, pero en el nombre del Señor las aniquilé. Me rodearon por completo, pero en el nombre del Señor las aniquilé. Me rodearon como avispas, pero se consumieron como zarzas en el fuego. ¡En el nombre del Señor las aniquilé! Me empujaron con violencia para que cayera, pero el Señor me ayudó. El Señor es mi fuerza y mi canto; ¡Él es mi salvación!
Gritos de júbilo y victoria resuenan en las casas de los justos: «¡La diestra del Señor realiza proezas! ¡La diestra del Señor es exaltada! ¡La diestra del Señor realiza proezas!» No he de morir; he de vivir para proclamar las maravillas del Señor. El Señor me ha castigado con dureza, pero no me ha entregado a la muerte. Ábranme las puertas de la justicia para que entre yo a dar gracias al Señor. Son las puertas del Señor, por las que entran los justos. ¡Te daré gracias porque me respondiste, porque eres mi salvación!
La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular. Esto ha sido obra del Señor, y nos deja maravillados.
Este es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él.
Señor, ¡danos la salvación! Señor, ¡concédenos la victoria! Bendito el que viene en el nombre del Señor. Desde la casa del Señor los bendecimos. El Señor es Dios y nos ilumina. Únanse a la procesión portando ramas en la mano hasta los cuernos del altar. Tú eres mi Dios, por eso te doy gracias; Tú eres mi Dios, por eso te exalto. Den gracias al Señor, porque Él es bueno; su gran amor perdura para siempre. (Salmos 118:1-29, NVI).
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