Para poder pelear la batalla de la fe, el Señor nos manda a fortalecernos en Él; y en el poder de Su fuerza. Una vez que nos fortalecemos en el Señor, nuestra confianza en Él se agranda más y somos más fuertes. Dios nos promete que siempre Él estará con nosotros para pelear nuestras batallas, porque no vamos a pelear “… con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los Ejércitos” (Zacarías 4:6, RV60). Cualquiera que sea tu batalla, recuerdas que no estás solo (a) peleándola, porque la batalla no es tuya; es de Dios. Él pelea tus pleitos y te reviste con Sus Armaduras para vencer.
“Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas. Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío Yo? Entonces le respondió: Ah, Señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre. Jehová le dijo: Ciertamente Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre” (Jueces 6:12-16).
No temas, ni se turbe tu corazón, mas bien, fortalécete en Señor y revístete con Sus Armaduras cada día; te aseguro que vencerá en el Nombre de Jesús. “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.
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