La Palabra de Dios

“Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo” (Proverbios 4:20-22).

Cuando el doctor nos prescribe una medicina, también nos facilita las instrucciones de tomarla para que ésta sea efectiva a nuestros cuerpos, si no leemos las instrucciones y no ponemos atención a cómo tomarla el resultado sería desastroso y poco efectivo. Cuando nosotros inclinamos nuestros ojos en la instrucción de la receta, y la seguimos tal como el médico la recetó, nos iría bien. Eso mismo pasa en la vida cristiana, si no estamos atentos a la palabra de Dios, no la oímos y no la guardamos en el corazón, con qué autoridad vamos a clamar a Dios en tiempos buenos y en tiempos malos.

¿Cómo vamos a creer si no conocemos a Dios y Su Palabra? ¿Cómo vamos aplicar el poder de sanidad en nuestras vidas y con los demás? “Dice la Palabra de Dios que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Cada vez que prestamos atención a la Palabra de Dios, ésta no retorna vacía, sino que se queda en el corazón. El Señor envía Su Palabra para nosotros crecer en Él.

“Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que Yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:10-11).

Cuando guardamos la Palabra de Dios y la atesoramos en el corazón, ésta produce frutos a nuestras vidas. El Señor nos manda a prestar atención a Su Palabra y guardarla en el corazón. En el corazón guardamos muchas cosas sean buenas o sean malas pero Dios nos advierte que “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labio” (Proverbios 4:23-24).

De lo que está lleno tu mente, tu lengua y corazón depende tu caminar con Dios. No hay comunión con la luz y las tiniebla, Dios es la Luz y en Él no hay tinieblas. De lo que sale de la boca del corazón sale.

¿De qué ha estado lleno tu corazón hasta este día?

Meditemos en nuestros corazones y pidámosle al Espíritu Santo que nos cambie el corazón. Las palabras groseras cargadas de odio, maldad, envidia, celos, contiendas, chismes y comentarios de mal guato contaminan al ser humano. Toda perversidad de la boca enferman los huesos. El anhelo de Dios es que guardemos el corazón porque de el mana la vida. “Pero lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto contamina al hombre” (Mateo 15:18).

Oremos:

Señor en este momento me presento ante ti reconociendo que soy una pecadora, me arrepiento de todas mis faltas y te pido perdón. Reconozco que de mis labios han salido palabras que no han sido de tu agrado. Señor Jesucristo, hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado: Hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he alzado mi alma” (Salmos 143:8).

Que mis palabras sean para edificación y no para maldición. Que mis labios solo pronuncien palabras agradables a ti, enséñame a conducirme cada día según tu Palabra para así ser de bendición a los demás. Enséñame a llevar frutos por medio de mis hechos. Que los demás puedan sentir que Tú vive en mí por medio de mis palabras y mis testimonios para tu gloria. Señor hoy quiero estar conectada contigo y permanecer en ti siempre. Gracias por tu amor y por tus ricas bendiciones que son nuevas cada mañana. Señor, gracias por tu Palabra, ella es medicina a mi cuerpo. Amén.

«Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre es el Labrador. Toda rama que en Mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto, la poda para que dé más fruto todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado. Permanezcan en Mí, y Yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en Mí” Juan 15:1-4

Dios continúe añadiendo Su Palabra en tu vida.
Escrito: el 21 de Diciembre del 2012


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