La oración derriba fortaleza, por esa razón, el Señor nos exhorta a “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5.17). Nosotros no tenemos tal fuerza para resistir a los poderes de las tinieblas, pero cuando oramos, se rompen cadenas y el enemigo se tiene que largar en el nombre de Jesús. Cuando oramos, nos doblegamos a Dios y entramos en una dependencia, o sea nos sometemos al Señor por medio de la oración. Ese acto de humillación produce en nosotros poder y autoridad para echar fuera las insignias del diablo por medio de la Sangre de Cristo. “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7/1 Pedro 5:9).
“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Efesios 6: 13).
No es una sorpresa ver lo que a diario pasa a nuestro alrededor, estamos en una guerra espiritual con el adversario de nuestras almas que es satanás. No estamos solos, tenemos a Dios El Todopoderoso que pelea por ti y por mí. La buena noticia es que Jesús venció a satanás en la cruz del Calvario, por tanto, nuestro enemigo esta derrotado. Cada día es una batalla que tenemos que pelear y ganarla por medio del poder de la Palabra de Dios. Hoy más que nunca salen a relucir las maniobras del diablo en todos los lugares y en diferentes maneras, por tanto, no podemos hacer oídos sordos a las artimañas del enemigo, ni mucho menos ignorar las tramas de las tinieblas.
Existen muchas legiones de demonios y ellos se desglosan en diferentes maneras, por ejemplo, los demonios se instalan en un lugar o región específica ya sea en una provincia, o pueblo de la comunidad, una escuela, oficina, hogares, o trabajo. Estos demonios debido a sus ataques en lugares de nuestras comunidades se le llaman territoriales. En cambio los demonios que viajan de un país a otro para llevar contienda, pobreza temor, mortandad y desastres se les llaman demonios emigratorios, ellos se marchan de su país para establecer su milicia en otro país. Esta batalla no es humana, “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12 (RVR1960).
Como hijos de Dios sabemos que estamos viviendo una guerra donde la vamos a ganar con la autoridad que Dios nos ha depositado en nuestras manos. Él le depositó a David una piedra y con ella derrumbó al gigante. ¿Cuál es tu gigante? Quizás tú ve a tu gigante como el tamaño de un elefante, pero Dios ve a tu gigante como el tamaño de un diminuto insecto que se aplasta con facilidad. Dios cortará la cabeza a tu gigante. David no peleó con espada para derribar a su gigante, él peleó en el nombre del SEÑOR de los Ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel. (1 Samuel 17:45). Descansa, arrepiéntete y entrégale tus cargas a Dios, Él pelea por ti. Dejemos que Dios pelee por nosotros, Él nunca ha perdido una batalla. Doblemos rodillas, exaltemos Su nombre y creamos por fe en Sus promesas.
Es hora de reconquistar el territorio perdido, es hora de retomar mi territorio en el nombre de Jesús. Es hora de guardar el corazón y andar con un corazón conforme al corazón de Dios. Es hora de abrocharnos los cinturones y pararnos firmes en la Roca que es Cristo por medio de la oración. Es tiempo de retomar lo que el enemigo nos ha robado en el nombre del SEÑOR de los Ejércitos.
“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del SEÑOR de los Ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado” (1 Samuel 17:45). Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. La batalla continúa, por tanto, debemos estar siempre preparados, tomando toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo. “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6).
En el nombre de Jesús, utilizo las Armas que el Señor Todopoderoso me has dado para orar por mi familia, mi comunidad y mi nación. Elevo a los cielos un clamor muy grande para Venezuela, República Dominicana, Puerto Rico, México, Estados Unidos, Argentina, y todos los países de Centroamérica y el Caribe, para que Dios rompa cadenas de pobreza, de drogas, de violencia y todo tipo de pecado y extienda Su misericordia. Amén.
Escrito: Por B. Flores
Escrito: Originalmente para www.ministeriosdesanidad.org