República Dominicana No Llores
Muchos poetas en la República Dominicana sintieron la profunda preocupación por la penosa situación que su pueblo enfrentaba. Esta inquietud los llevó a escribir poemas que expresaban la esperanza de un pueblo cautivo. A través de sus versos, lograron calmar los ánimos y enviar palabras de aliento, como en el caso del siguiente fragmento: “No sufras, campesino de mi tierra, oculta en el arado tu ansiedad, que algún día, en el surco de tu siembra, una rosa de amor florecerá.” Este grito poético era una manifestación de las necesidades y sufrimientos que el pueblo dominicano experimentaba en ese entonces. Lamentablemente, hoy resuena nuevamente ese mismo clamor de angustia en nuestras calles.
Héroes como Juan Pablo Duarte, Juan Isidro Sánchez y Félix María Ruiz Mella lucharon incansablemente para liberar a su nación del yugo y la esclavitud. Gracias a su valentía y su firme creencia en Dios, lograron brindar libertad a su pueblo, siempre poniendo al Señor primero en sus ideales y acciones. Su lema, “Dios, Patria y Libertad,” sigue siendo un faro de inspiración para todos los dominicanos.
“Bienaventurada la nación cuyo Dios es el SEÑOR, el pueblo que Él ha escogido como Su herencia” (Salmo 33:12).
Los poetas llevaron un mensaje de aliento y paz a su gente a través de sus versos, pero hoy, el Todopoderoso se ha acordado de Su pueblo. Él conforta a los afligidos y nos dice: “Aconteció después, que Él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con Él muchos de Sus discípulos y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a Su pueblo” (Lucas 7:11-16, RVR1960).
Oremos:
Amantísimo Padre Celestial, Dios fuerte, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. ¿Habrá algo difícil para Ti? Para Ti, oh Dios, no hay nada imposible. Padre eterno, te pedimos que visites a tu pueblo, la República Dominicana, y tengas compasión de sus habitantes. Hoy clamo un clamor por mi tierra, y declaro que el enemigo no prevalecerá contra mi nación. En el nombre de Jesús, clamo liberación y sanidad sobre mi hermosa Quisqueya; ninguna arma forjada contra ella prosperará. ¡La República Dominicana le pertenece a Dios! ¡Amén!
Esperamos la libertad, el amor y la paz en nuestras calles. En el nombre de Jesús, reprendemos al ladrón, al salteador y al matador. Clamo sabiduría sobre los líderes de mi nación. Anhelamos un florecimiento de rosas de compasión y respeto hacia todos los seres humanos en mi amada República Dominicana.
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