David fue un hombre conforme al corazón de Dios. El deseo de su corazón siempre fue agradar y exaltar al Rey de reyes y Señor de señores. El Señor tenía propósitos muy definidos con David antes que él naciera y de igual manera lo tiene para ti.
Los planes de Dios son de bienestar y no de calamidad, el Señor Jesucristo tiene planes y propósitos para sus hijos. Su anhelo es concederte los deseos de tu corazón y darte un futuro y una esperanza de vivir confiado. La clave para disfrutar estas bendiciones es el de tener un encuentro personal con el Señor, llevar una vida de oración, amar al Señor con toda tu mente y con todo tu corazón y hacer Su voluntad.
Cuando vivimos una vida de oración sincera con el Señor desarrollamos el hábito de adoración a tiempo y fuera de tiempo o sea nuestros pensamientos estarán en comunión con el Señor. Ese enfoque nos dirige a creer en Dios y en Su palabra y poner a Dios como el centro de nuestras vidas. Una vida de oración, nos hace ver que el Señor Jesucristo es muy importante para nuestras vidas.
El Señor era muy importante para David pues él llevó una vida de oración (Salmos 5:3; 63.6-8). David cometió muchos errores, él no fue perfecto y en sus debilidades aprendió a no enlodarse en las profundidades del pecado. En sus momentos de angustias buscaba la presencia de Dios en busca de sabiduría y fortaleza.
El Señor siempre fue su alto refugio y su escondedero en tiempo de las adversidades. David depositó su confianza en el Señor creyendo por fe que Él lo sacaría de las tinieblas a la luz. David buscó al Señor constantemente para que Él extienda Sus manos sobre él. No caben dudas que él enfrentó muchos problemas pero a ningunos los llamó grande porque Dios era más grande que el problema.
Cuando David tuvo el enfrentamiento con Goliat, él no lo llamó gigante, él lo llamó filisteo incircunciso (1 Samuel 17:36). Es ahí donde quiero enfatizar, cuando los problemas y situaciones llegan a nuestras vidas, nos enfocamos en la situación y actuamos por nuestras propias fuerzas cuando en realidad Dios es el que tiene la solución a todos nuestros problemas.
La mente se enfoca a tal grado en el problema que se agranda más y más. Tenemos que enfocarnos en la solución y no en el problema. Nuestros problemas son como nada en las manos de Dios.
Es necesario entregarles nuestras cargas al Señor como lo hiso David. Si eres hija de Dios, si eres guerrero de Dios, cuando enfrente situaciones fuerte en la vida, dile a ese gigante: “A quien yo le sirvo es más Poderoso que tú y su nombre es Jesús de Nazaret”.
David también enfrentó al incircunciso y les dijo estas palabras. “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina; pero yo voy contra ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mis manos, yo te venceré y te cortaré la cabeza.
Y hoy mismo entregaré tu cuerpo y los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra, y sabrá toda la tierra que hay Dios en Israel” (1 Samuel 17:45-46). Dios otorgó la victoria a David en todos sus problemas al momento que él se humilló y reconoció que de Dios es el poder.
Dice la palabra en Marcos 11:23-24 “De cierto os digo que cualquiera que diga a esa montaña: “Quítate y arrójate en el mar”, y no duda en su corazón, sino que cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidáis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.”
Las montañas son los problemas y circunstancias de la vida que enfrentamos cada día. El Señor Jesucristo nos manda a poner nuestras confianzas en Él y no en el problema, porque Dios es más grande que nuestras situaciones. Lo que es imposible para el hombre es posible para el Señor. Con la ayuda del Señor somos más que vencedores en Cristo Jesús que nos fortalece siempre.
Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador espiritual, nada podrá separarnos de Su amor porque Él habita en nosotros y está al tanto de nuestras circunstancias, pues nos ha sellado para el día de la redención” (Efesios 4.30).
Cada vez que te enfrentes al gigante, y a los problemas de la vida, recuerdas que tú tiene un Padre que pelea por ti, y defiende tus pleitos. De modo que debes pararte con autoridad en oración y decir en altas voz a los que te hacen la guerra: Al que yo le sirvo es Más Poderoso que tú, y su nombre es Jesús de Nazaret.
Si no les ha dado tu vida al Señor como el Salvador espiritual de tu vida, te invito a que busque de Jesús; en Él encontrarás tu sanidad. Padre celestial, reconozco que soy pecador(a).
Me arrepiento de mis pecados. Creo que Jesucristo murió por mis pecados, que resucitó al tercer día y vive para siempre. Creo que Jesús es el Hijo de Dios. Abro la puerta de mi corazón y de mi vida, y lo recibo como mi Salvador.
Deseo que Él sea el Señor de mi vida. Gracias por salvarme y sanarme, en el nombre de Jesús, amén.
Si decidiste convertirte en un cristiano en el día de hoy, bienvenido a la familia de Dios. Ahora, como una forma de crecer más en Su Palabra.
Comparte tu experiencia con otras personas de tu nueva fe en Cristo. Bautízate como lo ordenó Cristo.
Pasa tiempo con Dios cada día, simplemente desarrolla el hábito diario de orar y leer su Palabra.
Pídele a Dios que incremente tu fe y te de comprensión de su palabra; aplícala en tu diario vivir. Encuentra una iglesia local en la que puedas adorar a Dios.
Bendiciones
una bendicion enorme esta palbra,gracias muchas gracias,por que muchos filisteos y gigantes se levantan cada dia,en mi trabajo,cuanto se burlan y me humillan por ser una hija de DIOS,PERO MI DIOS ES MAS GRANDE QUE MI PROBLEMA,Y EL TIENE EL CONTROL DE TODAS LAS COSAS,TENGO QUE APRENDER AUN MUCHO PARA SABER CONTESTAR COMO DAVID,DIOS LOS BENDIGA GRANDEMENTE, LAURA DESDE URUGUAY.